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A una década de su fallecimiento, el recuerdo del padre Ismael Dri permanece vigente, principalmente en los sectores populares y en las comunidades donde cumplió su labor evangelizadora.

Fue por eso que miembros de las comunidades parroquiales de Pompeya y Villa Adela; funcionarios; representantes de diferentes instituciones; vecinas y vecinos concordienses participaron del emotivo encuentro, donde se descubrió una obra realizada por el artistas Nicolas Passarella.
¿Quién fue el padre Dri?
Ismael Dri nació en Federación en 1929. Entonces, no había secundario en esos pueblos, por lo que para hacerlo debía viajar a Concordia, Gualeguaychú, Concepción del Uruguay o Paraná, pero en todos ellos debía pagar la pensión y su familia no podía. Hijo de colonos-agricultores, desde los 6 años conocía el trabajo “con alegría en la chacra”, como solía contar.

A la escuela iba siempre de a pie. Recorría 5 kilómetros a campo traviesa. Eso hizo hasta cuarto grado cuando, con 11 años, ingresó al Seminario en Paraná donde terminó el secundario y empezó el Profesorado de Filosofía. Acabada la Segunda Guerra Mundial, el 30 de agosto de 1949 viajó a Roma, a bordo de un barco que los Aliados habían usado para el desembarco de tropas.

En “la ciudad eterna” se ordenó sacerdote tras formarse en la Pontificia Universidad Gregoriana. Compartió estudios junto a jóvenes de distintas partes de Europa, también árabes y otros latinoamericanos. Se ordenó junto a Juan Carlos De Zan y a Juan Carlos Gorosito, con quienes vivía en el Colegio Pío Latinoamericano, la tríada que se abanderó con la Teología de la Liberación.

“Devorábamos los libros de Boff y me apasiona, ya que era una teología nacida aquí en nuestra tierra, en Latinoamérica, en esa teología incluimos la parte histórica, porque la teología de entonces era muy cerebral y etérea”, dijo alguna vez.
De regreso a Entre Ríos
Regresó a la Argentina en febrero de 1955, con el título de Summa Cum Laude y medalla de oro. Lo destinaron a Paraná y daba clases en el seminario de Derecho Canónico y ayudaba al Arzobispado de Paraná, que estaba entonces Monseñor Guillán. Ocupaba dos barrios; eran villa miserias que tenían el nombre de “El Pozo” y “El Pirola”.

Por casi 10 años dio catequesis bajo un ombú hasta que lo nombraron párroco de la Catedral de Paraná, donde estuvo 9 años hasta que se enfrentó a Monseñor Adolfo Tortolo, adherente a la dictadura, para luego venir a Pompeya, en nuestra ciudad, gracias a su amigo monseñor Ricardo Rösch, primer obispo diocesano de Concordia.
Su huella en Concordia
El obispo lo envió a la parroquia más popular de Concordia. Vivió años difíciles, incluso fue espiado y le grababan sus homilías, según recordó cuando regresó la democracia. De aquellos años también se recuerda el grupo de jóvenes que dirigía, entre los que estuvo Jorge Papetti, cuya familia vivía en el barrio de Pompeya. “Lo mataron en la tortura”, recordó el sacerdote poco antes de morir.
Dri nunca ocultó su adhesión al movimiento de curas tercermundistas. En pleno gobierno militar permitió que en la parroquia de Pompeya se reuniera lo que sería la primera Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, mientras que en democracia siempre levantó la voz por los más vulnerables.

Un hombre “de gran corazón, pero con su temperamento enérgico y activo”, así lo definió el sacerdote Daniel Petelín, quien lo acompañó estos últimos años en la Iglesia “Nuestra Señora del Cármen”, en el barrio de Villa Adela, comunidad que vio nacer a esa parroquia y fue protagonista de su fortalecimiento.

En su labor estrictamente religiosa, las ciudades de Concordia y Federación le deben la peregrinación que anualmente une caminando ambas localidades, en una de las manifestaciones de fe más impactantes de la provincia y que durante muchos años lo tuvo como un caminante más. En su persona se conjugaron dones y virtudes que hicieron de su sacerdocio un ejemplo de entrega, de amor y de compromiso con los más necesitados que es inspiración para muchos y enseñanza para todos.
Valoraciones
“Es un merecido reconocimiento a un hombre de profundo compromiso con los más vulnerables”, dijo en la oportunidad el intendente Enrique Cresto, “un sacerdote cercano al pueblo, que predicó la justicia social con el ejemplo de su obra e impulsó la realización del Retablo de la Virgen de la Esperanza, la Peregrinación a Federación, la acción evangelizadora en los barrios y la defensa de los Derechos Humanos, aún en los momentos más difíciles”, destacó el Intendente Enrique Cresto.

“A quienes compartimos esta iniciativa nos moviliza la intención de que el recuerdo, el mensaje y el legado del padre Dri nos ayuden a ser mejores personas, más justos, más sensibles al dolor del prójimo; para que unidos podamos consolidar la transformación definitiva de Concordia”, agregó Cresto.

Por su parte, el secretario de Desarrollo Social, Fernando Barboza, comentó que “esta fue una propuesta que, en representación del Intendente, nuestra Secretaría fue desarrollando en articulación con el coordinador de Derechos Humano, Eduardo Maschio; el artista plástico Nicolás Pasarella; el Padre Daniel Petelín, de “Nuestra Señora de Lourdes”, el padre Ruben Zabaleta, de “Nuestra Señora de Pompeya”, junto a María Emma Papetti, Alejandro Ulle, José Emilio Payro y otros colaboradores”, detalló el funcionario.

“Nos enorgullece que este recuerdo del padre Drí haya sido emplazado en el frente del edificio de esta Secretaría de Desarrollo Social, porque es un ámbito donde trabajamos para acompañar, para asistir, para generar oportunidades y ayudar a la gente a salir adelante”, concluyó Barboza.

En el acto de reconocimiento también estuvieron presentes el padre Daniel Petelín; Leticia Ponzinibbio, actual presidenta de Fundación Conased; el diputado provincial Néstor Loggio; el presidente del Concejo Deliberante, Alfredo Francolini; el secretario de Desarrollo Social, Fernando Barboza; las concejalas Cristina Guitar y Alicia Maldonado; el concejal Gastón Etchepare; el coordinador municipal de Derechos Humanos, Eduardo “Chiche” Maschio;