La mujer explicó que inmediatamente sucedidos los hechos, “lo anulé, traté de borrarlo; entré en un cuadro depresivo, muchos nervios, perdí pelo, me aislé de todo". Hasta que tomó conocimiento del primer caso dado a conocer por Diario Río Uruguay, lo que si bien "me hizo revivir todo”, también sirvió para contar su propia historia “En aquel momento yo estaba mal emocionalmente. Hubo un tiempo incluso que me hicieron muchos tratamientos médicos, dolores de columna, problemas en la garganta y la mayoría de los médicos me decían que lo mío era emocional”, recordó la joven en diálogo con este medio. Afirmando que “eso que uno no habla, el cuerpo lo somatiza. El cuerpo duele por eso que no hablamos”.
La víctima detalló que llegó a conocer sobre su abusador por medio de una allegada que se lo recomendó como una persona que se presentaba como especialista en “terapias alternativas”.
“El lugar donde atiende es en la zona céntrica y eso es como que me daba otra confianza e incluso ir a ahí y encontrar todo tipo de gente, incluso abogados y profesionales; no me hicieron dudar”, sostuvo y aclaró que “parecen pocos años, pero hace ocho años atrás, no era tan naturalizado la búsqueda de ayuda en terapias como el reiki, yoga, registros, etc. Entonces estaba el que te creía y el que no; o que venía mal que vayas ahí”.
Al continuar su relato, la mujer detalló que, a través de varias sesiones, el abusador “te va conociendo y te va estudiando, no es que va a elegir a cualquier persona. Así fue que una vez haciéndome reiki me tocó el cuerpo cerca de la zona genital y me sentí muy incómoda, porque en el reiki nunca te pueden tocar el cuerpo. Él en ese momento se dio cuenta y no pasó nada más”.
Sin embargo, “la última vez que yo fui, ya fue bajo intimidación, incluso recuerdo que dijo “no hables, no hagas ruido, no grites porque hay gente afuera” y yo no supe cómo reaccionar y me temblaba el cuerpo, como me tiembla ahora mientras lo cuento”, enfatizó la entrevistada con la voz a punto de quebrarse y desmoronarse.
“Él sabía que yo estaba con problemas personales, que era una persona muy tranquila, que me educaron siempre con el que hay que respetar y hacer caso; por eso me asusto, se me paró enfrente y no supe que hacer. Lo único que voy a narrar es que le dije que me estaba haciendo “pis” encima y le pedí que por favor me deje pasar al baño”, continuó su relato.
Cuando le tocó vivir esta experiencia, D. L. tenía 24 años de edad, y la primera reacción tras lo ocurrido fue jurarse a su misma “que no iba a contar nunca lo que me pasó", coincidiendo con tantas otras mujeres que "no sabemos cómo contarlo o si te van a creer”.
La impunidad
La denunciante señaló que su abusador continúa su vida con total normalidad hasta la actualidad. “Después de eso he salido y me lo he cruzado muchas veces, hace muy poco me lo volví a cruzar y sinceramente se te hela el cuerpo, me bajó la presión y tuve que avisarle a mi familia”, recordó. Al tiempo que subrayó que, al estar esta personas en libertad y siguiendo con su vida normal, "es una situación que a las víctimas nos lleva a revivir todo" y si bien se ha dado un gran paso con la denuncia, la misma lleva a que "revolver todo el pasado con las pericias psicológicas, sumado a la exposición o a que te juzguen. Mientras que esta persona sigue trabajando como si nada, libre y sin ni siquiera una condena ni siquiera social”.
El consejo de una víctima
Para finalizar, la concordiense reconoció que “la contención que te brindan (en la Justicia) cuando uno denuncia, es muy buena, la verdad que no me puedo quejar. El apoyo después cuando te hacen la pericia psicológica, los datos se protegen y está en cada uno si quiere o no dar a conocerlos. Por eso creo que denunciar ayuda a uno mismo a sanar; porque si no es algo con lo que vas cargando sola, el cuerpo se enferma y lo mejor es sacar y sanar”. Así también ponderó en el acompañamiento de la abogada que patrocina a todas las mujeres que presentaron denuncia contra este “sanador”.En tanto que agregó que a su entender “hay que ir cambiando el “de eso no se habla” y la gente tiene que creer cuando las víctimas piden ayuda y denuncian. Incluso creo que si no salía el otro caso, yo no iba a hablar tampoco. Su caso es como que me movió todo y me hizo patear el tablero”.