Argentina y el atletismo, ¿cómo se llevan?
Es como decir el ping pong y España. Me gustaría hablar de otra cosa pero ésa es la realidad. Le puedo decir que en toda Sudamérica creo que sólo hay dos pistas cubiertas en Brasil y Bolivia. No hay educación entorno al atletismo.
¿Y cómo sale usted?
Un entrenador de mi ciudad Rubén Annoni me invitó a los 11 años a correr y me dijo: ‘¿no quieres llevarte un trofeo a casa?’. Y a partir de ahí fueron los trofeos los que me incitaron a correr porque en el fútbol había que compartirlos. Pero corriendo los trofeos eran solo míos.
¿Y ha ganado suficientes trofeos?
Bueno, los he regalado todos. No tengo ninguno en mi casa, y algunas eran Copas grandes y buenas.
En realidad, le preguntaba si ha ganado lo suficiente.
Estoy en ello. Ahora no busco trofeos. Busco medallas. Busco marcas. Siempre digo que las marcas son el apellido del atleta. Tengo la sensación de que en este ciclo olímpico va a estar lo más importante de mi vida. Quiero batir todos los récords de Sudamérica. Creo que puedo hacerlo.
Y lo hará.
A los 16 años, dije ‘yo quiero vivir de esto’ y lo he cumplido. Pero ahora me he prometido intentar ser olímpico en 1.500 y es lo que estoy intentando.
Como debe ser.
Hay momentos en los que la luz se apagó pero ahora está encendida otra vez. El físico está. El músculo está más fuerte que nunca. Sólo hace falta que la mente acompañe. En mi cabeza hay un maratón de 2 horas 6 minutos y un 1.500 en 3’33”.
¿Y esa presión es necesaria?
Soy joven. Tengo 28 años. Lo mejor debe empezar ahora. Las mejores marcas vienen a partir de los 30 o 33 años. Pero no porque lo diga yo sino porque se demuestra continuamente. Gallen Rupp, de Kipchoge o, sin ir más lejos, ahora de Adel Mechaal a los 31 años. Son los primeros ejemplos que se me ocurren.
Pero usted entrena solo en Argentina. ¿No es un obstáculo?
Antonio Serrano me manda el plan y lo ejecuto yo solo. Pero no pasa nada. Entrenando solo también se puede mejorar. Es más, la soledad me ha hecho mejor atleta. Me ha ayudado a conocerme mejor. No tengo nada que reprochar a la soledad.
¿Y no se acusa en competición?
Me hace ir más cómodo, porque voy en grupo. No me tengo que hacer cargo del ritmo como en los entrenos. A veces, tengo hasta la sensación de que voy trotando. Me siento capaz de soportar el ritmo de los africanos. Al menos hasta el toque de campana. Entonces es verdad que ellos tienen un cambio que yo no tengo.
¿Y eso no lo podría adquirir entrenando en Madrid con Mechaal?
¿Y quién dice que eso sería lo mejor para mí?
Es lo que le pregunto.
Un día sí. Una vez no pasa nada. Pero si entrenase todos los días con él igual me sobreentrenaría o me lesionaría. Soy realista. Adel no es mi referencia. Debo entrenar a mi ritmo, no al de los demás.
Se hizo usted muy solitario
Sí, totalmente.
Pero, bueno, está convencido de que ése es el camino
Es más, le podría poner el ejemplo del padre de los Ingebrigsten. En los entrenos de calidad separa a sus tres hijos. Nunca lo hacen juntos porque cada uno debe hacer su entreno. Y ahí es donde le digo que la soledad se convierte en una fortaleza porque te ayuda a encontrarte. Y te recuerda que solo dependes de ti mismo como luego pasará en competición.
No le esperamos entonces en España.
Si viniese a vivir a España me gustaría vivir en La Solana, en el pueblo de mi entrenador porque ése es mi hábitat. No me manejo entre grandes edificios. Pero me gusta mucho mi ciudad en Argentina. Mire, enfrente de mi casa tengo el parque San Carlos, tengo una pista sintética a 500 metros y tengo caminos rurales en los que he llegado a hacer 38 kilómetros cuando preparé maratón.
Corrió usted el maratón de los JJOO de Río a los 23 años.
Sí, quería ser olímpico y en mi país ya se había cerrado el plazo para hacer la mínima en 1.500. Y me quedaba la opción del maratón y lo intenté. Hicé la mínima de 2h15m en Hamburgo y tres meses después corrí en Río y no me reprocho nada. Aquel día, pasase lo que pasase en el futuro, me convertí en olímpico para siempre. Puedo ya morir tranquilo.
Han pasado casi seis años.
Me encuentro fuerte física y mental. Es lo que me convence. Mi cuerpo soporta tiradas largas, soporta altas intensidades y cuando entro en la pista siento que mi límite está por descubrir. ¿Qué más puedo pedir?
Eso le iba a preguntar yo.
Soy atrevido. No me gusta especular. Tengo una manera valiente de correr. Con menos entrenamiento he encontrado mejores resultados. He descubierto que no hacen falta intensidades tan altas como me imaginaba para un atleta de 1.500. Hago pista solo una vez a la semana y ya no paso de los 160 kilómetros semanales.
¿Argentina le reconoce?
Me sobrevalora. Mi ciudad. Los medios de comunicación. Soy ciudadano ilustre en una ciudad de 200 mil habitantes como la mía. Me han recibido en la Casa Rosada. Me ha felicitado gente del fútbol de primera línea como Tevez, la Brujita Verón o Gallardo. ¿Qué más puedo pedir en ese sentido? Pero es verdad que la logística falla para el atletismo. Y, mientras no se corrijan los atletas seguirán emigrando a Europa para mejorar.
¿Y usted no lo puede impedir?
¿Cómo?
Esa es la pregunta.
En el futuro me gustaría trabajar en el deporte. No ser entrenador. No estar sentado en una oficina. No quiero un cargo sino llevar el deporte a Argentina. No hacer Reales Decretos porque con eso no vas a hacer nada. Pero si inviertes en una pista de atletismo, si consigues que Argentina no sólo mire al fútbol y le demuestras que el atletismo también existe….
Bueno, le esperamos entonces en los JJOO de París 2024 ¿de acuerdo?
Allí estaremos.