El docente fue el encargado de asesorarla en el proyecto que desarrolló junto a Francisco López, uno de sus compañeros, que finalmente no pudo acompañarlos. Fueron los únicos representantes de la Argentina en esta instancia Su trabajo, que tiene por título Mala calidad del aire en las aulas (en inglés Poor Air Quality in Classrooms), nació de una experiencia cotidiana en el aula: al llegar a las últimas horas de cursado durante la jornada lectiva, Eugenia advirtió que tanto ella como sus compañeros se sentían cansados, mareados, no prestaban atención a la clase e incluso manifestaban dolores de cabeza. Observando esta tendencia, se propuso investigar qué incidencia tiene la concentración del dióxido de carbono que hay en un ambiente en el grado de atención que una persona puede prestar. La inquietud surgió en 2012 y en julio de 2013, con orientación de su profesor y una asesora científica, ya andaba midiendo los niveles de este gas que había en el aula.

Apenas llegada a la Argentina y con suma naturalidad, Eugenia narró al diario Uno que antes de iniciar su investigación, se preguntó “por qué pasaba esto de la falta de atención en las últimas horas, y sobre todo quise averiguar porqué cuando se enfermaba uno nos enfermábamos todos. Ahí surge el planteamiento del problema para conocer qué pasaba con el interior del aire en la escuela”. De allí, “empecé a investigar y tomé como referencia el dióxido de carbono, que es un gas que sirve como indicador de la calidad del aire y se puede medir. Como hipótesis me planteé que hay una incidencia negativa cuando hay mayor cantidad de dióxido de carbono, ya que es un gas asfixiante y en altas cantidades genera dolores de cabeza, y a menor concentración de este gas, se logra una mayor atención de los alumnos”, explicó. Por otra parte, se formuló medir la carga microbiana que existe en un aula, según la densidad de alumnos que hay en ella.

 

La experiencia

 

Para llegar a los resultados y conclusiones, Eugenia realizó mediciones de la cantidad de dióxido de carbono dentro del aula con un aparato que se utiliza con este fin; lo hizo cada media hora, desde las 7 hasta las 13, y en dos etapas: durante cinco días en julio y durante cinco días en noviembre; de este modo podía corroborar si en época invernal, que es cuando se mantienen las puertas cerradas por el frío, se produce mayor concentración del gas y de la carga microbiana. Determinó que el dióxido de carbono, que es exhalado por los seres vivos en el proceso respiratorio tras inhalar oxígeno, se concentraba en mayor cantidad dentro del aula en invierno. La estudiante tomó como parámetros una referencia de España que indica que los niveles normales son de 1.000 partículas en 1 millón, y contó que la medida cerca del mediodía en esa época fue de 4.800 partículas en 1 millón. En este ambiente, el test de concentración del alumnado arrojó como resultado un nivel de solo el 46%. No ocurrió lo mismo en noviembre, cuando la ventilación del aula fue diferente: había menor cantidad de dióxido de carbono y la concentración fue superior. Algo similar aconteció con la carga microbiana. Antecedente La estudiante pudo confirmar sus hipótesis, elaboró propuestas alternativas y lo presentó en otras instancias.

Fue entonces que Carlos Gatto, uno de los mentores del club de Ciencias de la escuela concordiense, realizó la inscripción correspondiente y el trabajo fue seleccionado por el jurado. Esta se convirtió en la novena vez que el docente viaja a esta instancia en Houston. “Fue una experiencia muy buena. Hace tiempo que trabajo en esta actividad y lo llevo dentro. Este año cumplo 25 años trabajando en actividades científicas y acompañando a los adolescentes en este tipo de emprendimientos”, afirmó. “Para mí es una gran satisfacción que los alumnos puedan superarse y llevar a cabo estos proyectos, ya que la escuela debe cumplir esta función tan importante que es la de acompañar a los adolescentes inquietos por estas actividades”, concluyó.

 

Antecedentes

 

En 2012, Gatto fue el asesor de Daniel Medvedovsky, un alumno del mismo establecimiento que ganó en esa oportunidad una medalla de bronce en esta olimpíada. La experiencia de su presentación Eugenia Locaso contó entre risas la vivencia de tener que presentar en inglés su proyecto: “Fue un esfuerzo sobrehumano”, dijo. Lo hizo frente a tres miembros del jurado y a juzgar por los resultados lo logró. Pero por otra parte, desde la mañana hasta la tarde permaneció estoica frente a su stand explicando a cada persona que pasaba cuál fue su hipótesis, cuál su procedimiento para arribar a las conclusiones y cómo revertir la situación a través de una respuesta simple. “Fue una experiencia hermosa. Nos confirmaron que podíamos participar y tuvimos que hacer todos los trámites rápido, pero por suerte nos fue muy bien”, dijo, y destacó: “Además de poder dar a conocer el trabajo, el intercambio cultural con personas de otros países es maravilloso”. Por último, agradeció el apoyo del Consejo General de Educación y de su presidenta, Claudia Vallori, de la Municipalidad y de la Secretaría de Ciencia y Técnica de Concordia, que ayudaron a solventar los costos del viaje. También a quienes colaboraron de otras formas en el proyecto que fue premiado.

Fuente: Diario Uno