Zitta tiene 53 años, 30 como médico y 15 como estilista de demi couture. Seguir por el camino de la medicina fue un legado familiar. “Tenía tíos y primos médicos. A la vez de adolescente me daba curiosidad entender qué le pasaba a las personas cuando se enfermaban”.
Decidido, con 18 años dejó Concordia, Entre Ríos, para estudiar en la Universidad de Buenos Aires. Seis años más tarde, el 21 de diciembre de 1990, se recibió. “Ese día fue muy decisivo en mi vida”, contó. Después vino la residencia en cirugía, que no le gustó. “Al año siguiente volví a rendir el examen y entré a la residencia de anestesia. Fueron largos años de dedicación”. -¿Por qué anestesia como especialidad?
-Tiene que ver con mi forma de ser. La anestesia es precisa, medida y muy delicada. Soy virginiano, sumamente metódico y obsesivo.
Si en algún momento como diseñador consagrado (vistió a todas las celebrities más influyentes del país, confeccionó el vestuario de obras de teatro y films, se presentó en pasarelas internacionales) pensó en dejar la medicina, la situación del coronavirus apagó todas esas fantasías. “Es un gran desafío, y la vez una gran satisfacción. Siento que debo aportar mi grano de arena para alivianar la tarea en el campo del área quirúrgica”.
-¿Cómo te preparaste para la vuelta ?
-Fueron dos meses de inactividad. En ese tiempo aprovechamos con el equipo de la clínica para capacitarnos y reformular los nuevos protocolos exigidos para evitar la propagación. Ahora sigo con el régimen de cirugía de planta, son todas intervenciones programadas.
-¿Cómo es trabajar como médico en un contexto de pandemia?
-A todo el trabajo meticuloso se suma la carga psíquica y física. En este momento tan crítico no sólo por los pacientes que a veces vienen con miedo, sino para los profesionales de salud que debemos no perder la atención, ya que cualquier descuido puede implicar un riesgo de contagio cruzado. Tengo la expectativa de que esta pandemia termine pronto, pero sé que la batalla será larga y no debemos bajar los brazos. Por eso ¡a cuidarse!
-¿Cómo se filtro la moda en el mundo de un médico?
-Casi todos los médicos tienen un hobby. Necesitaba una vía de escape para estar más relajado. No quería quedarme sólo con esa profesión, soy multitasking. Primero pensé en ser chef, pero no avancé. La moda era algo desconocido, y me atrajo. Logré un gran equilibrio entre ambas. Mi psicólogo dice que estoy muy bien en el plano laboral.
-¿En qué punto se encuentran la medicina con el diseño?
-Primero en las relaciones personales. Como profesional de la salud estoy lidiando constantemente con colegas y pacientes, en acompañarlos en la previa de la cirugía, en hacerlos sentir bien y seguros. Algo similar sucede con las clientas, las guió en la búsqueda de su estilo la ayudó a entender que porque elegimos tal o cual diseño. Después trabajo sobre el cuerpo humano: siendo anestesista lo hago cuando están dormidos y como estilista cuando están despiertos, el Ying y el Yang.
-¿Cómo conviven tus dos profesiones durante la pandemia?
-Hasta ahora conviven amigablemente, porque cuando una termina comienza la otra. Mis cirugías son programadas, salgo de la clínica y me voy al atelier. Durante un mes y medio estuve encerrado preparando la vuelta a la medicina y también viendo cómo readaptar la industria textil. Con mis dos actividades estoy pleno psíquicamente.
-Pudiste retomar la medicina, pero la industria textil está en plena crisis y será uno de los últimos rubros en reabrir. ¿Pudiste adaptar tu atelier en esta cuarentena?
-Está cerrado. Puse en pausa la alta costura y volqué las creaciones a un línea prêt-à-porter. Con telas importadas que tenía armé una colección de básicos infaltables, camisas de poplin, pantalones sastreros, sastrería. También ideé unas patas de satén inspiradas en oriente para estar en casa. Se las envío a domicilio a mis clientes, se lo prueban en sus casas, eligen lo que les gusta y lo que no me lo devuelven. Hay que reinventarse, por eso voy a brindar unos cursos online enfocados al diseño y la creatividad.