Antes y después de la FIUNER
Florencia vivió en Concordia hasta los 18 años, cuando se mudó a Oro Verde. La carrera de Bioingeniería apareció en su vida “sin querer” y marcó su destino, pero no era su primera opción. “Desde pequeña quería estudiar Medicina Forense. Era fanática de un programa de Discovery Channel que se llamaba Detectives Médicos, donde resolvían crímenes en base a la ciencia y la investigación, algo que me encantaba”, evoca su infancia.Sin embargo, cuando terminaba la escuela secundaria y llegaba el momento de decidir la carrera, no se convenció con Medicina. Llegó a evaluar opciones tan variadas como el Periodismo o el alistamiento en la Armada Argentina. Hasta que encontró en una biblioteca un folleto sobre Bioingeniería. “No sabía que existía y sentí que era una mezcla perfecta entre la medicina y la ingeniería. En ese momento lo decidí”, recuerda. Florencia ingresó en 2007 a la UNER. “Desde un principio la Facultad me brindó mucha ayuda. Viví los primeros años en la Residencia Universitaria y eso fue una ayuda económica muy importante para mi familia. A lo largo de la carrera tuve muchas oportunidades: integrar grupos de investigación, viajar a congresos, conocer gente muy interesante, obtener becas y acceder a oportunidades laborales”, destaca la graduada de la UNER. Y subraya que las posiciones laborales que más valora “se gestaron” en la Facultad.
El camino profesional
Una fue en Fresenius Medical Care. “En las clases de la materia Bioingeniería III invitaban a profesionales especializados, en una de las clases nos llevaron a recorrer un centro de diálisis de Fresenius en Paraná, donde terminé trabajando algunos años después”, menciona Florencia.Su trayectoria profesional la encuentra desde 2023 en Barcelona, donde vive con su pareja. Trabaja para un grupo multinacional alemán llamado GEA, que provee productos para diferentes industrias, desde alimenticia hasta farmacéutica. Florencia es Responsable Comercial de Homogeneización para España y Portugal. “Extraño el rubro sanitario, pero estoy muy contenta y aprendiendo mucho. Estuve muchos años en áreas técnicas, lo cual me encanta, y esta posición tiene una mezcla entre ambas áreas”, valora la profesional concordiense.
Florencia en la Antártida
La otra oportunidad que Florencia destaca haber encontrado en la Facultad la llevó nada menos que al Continente Blanco. “En un encuentro de graduados un colega contó que había trabajado en una campaña científica en la Antártida. Yo estaba en segundo año y desde entonces pensé en viajar. Cuando me gradué me contacté con él y coincidimos en los pasillos de la Facultad. Me dijo: ‘no van mujeres’”, relata Florencia. Ella no hizo caso a la advertencia, mantuvo su decisión y se inscribió en la siguiente convocatoria que realiza la Cancillería para campañas en los Laboratorios Antárticos Multidisciplinarios, que son seis: en las bases Carlini, Belgrano 2, Marambio, San Martín, Esperanza y Orcadas.La entonces flamante bioingeniera asistió a charlas informativas y rindió, con éxito, el examen de electrónica que forma parte de la selección. También tuvo entrevistas con psicólogos. “Me hacían viajar muchas veces a Buenos Aires. Era duro saber que no iban mujeres civiles a hacer la campaña de un año completo. Sí mujeres militares y también civiles, pero a campañas cortas, de tres meses. Me costó convencerlos de que podía hacerlo y logré que me acepten. Negociamos que sea en Marambio, la base más cercana al continente y la mejor comunicada”, rememora Florencia. Estuvo un año como responsable del Laboratorio científico.
La graduada de la FIUNER explica en qué consisten las misiones: “La Antártida es un lugar reservado para la ciencia y la paz. Los países tienen bases coordinadas por militares, pero no puede hacerse ningún tipo de prueba militar. Se realizan proyectos de investigación en colaboración con otros países, estudios de la atmósfera, de glaciares, de geofísica y otros temas”.
En particular, sobre su labor cuenta que “era responsable de que funcionen todos los equipamientos, recabar datos y enviarlos. Era un trabajo dentro de todo sencillo”. Pero aclara que había una relevancia especial: “Mi caso se iba a tomar como referencia o antecedente para las próximas mujeres que se presenten”.
Su desempeño y experiencia fue un éxito. “Es un orgullo, porque en las siguientes campañas se presentaron más mujeres y es una satisfacción que si una quiere tener la misma responsabilidad que yo, no tenga que demostrar tanto que puede hacerlo”, resalta.
Más mujeres científicas
La joven bioingeniera, entonces con apenas 24 años, vivió 11 meses y medio en la Base Marambio. “Estuve en lugares impresionantes, muy aislados. Fue una experiencia única, muy linda, de crecimiento personal”, sintetiza. A su vez, aclara que no tuvo “ningún problema ni inconveniente” por ser mujer. En el grupo de la Base, de 30 o 40 personas, sólo cuatro eran mujeres. Y las otras tres eran militares.Florencia invita a naturalizar el protagonismo de las mujeres en ámbitos con predominio de hombres. Sobre su experiencia en la Antártida, advierte: “Me llama la atención que a la gente le resulte extraño. Recién ahora, 10 años después, entiendo la relevancia que tuvo”.
Sin embargo, señala que queda mucho por avanzar al respecto. “No veo muchas mujeres en posiciones comerciales – técnicas. Lo mismo pasaba en la Argentina. Yo siempre elegí lugares donde había más hombres que mujeres. No hacía caso: me gustaba y lo hacía. Hay muchos factores que influyen, pero me parece importante que cada una de nosotras motivemos y promovamos a las mujeres jóvenes, incluso niñas, a involucrarse en estos rubros siempre que lo deseen”, sugiere finalmente.