Primero me apartaron del informativo central, que se emitía de 6 a 7 de la mañana, y luego congelaron mi paga en 200 mil pesos, un monto que quedó fijo desde marzo de 2024 a la fecha. Esa cifra no solo era irrisoria en comparación con la de mis compañeros en iguales condiciones laborales, sino que se volvió insostenible porque los pagos se retrasaban constantemente. Mientras tanto, el resto del personal monotributista recibía bonos y aumentos. A mí, en cambio, se me excluyó sistemáticamente. Ni siquiera fui considerado para el bono de fin de año.
El punto final fue este miércoles 22 de enero de 2025, cuando el director interino de la radio me notificó en persona de mi despido. Lo hizo de una manera desprolija y casi humillante: no fue en la radio, mi lugar de trabajo, sino en las oficinas de Prensa del Municipio. Los argumentos que esgrimieron, de ‘reorganización y reestructuración’, no fueron más que una excusa para justificar un despido político y persecutorio.
Siempre fui una persona dedicada y profesional. Además de mis últimas tareas periodísticas, como la actualización de la página web de la radio y la participación en el programa ‘Tarea Fina’, siempre respeté la ética periodística. Pero ese mismo profesionalismo fue mi condena. Uno de los directores anteriores ya me había advertido: ‘Pidieron tu cabeza por las notas que escribís para DIARIOJUNIO’.
Mis investigaciones incomodaron a esta gestión porque expusieron lo que otros prefieren callar. Destapé la contaminación del agua en la planta potabilizadora del EDOS, un hecho que fue ocultado a la ciudadanía de forma deliberada. También revelé cómo un desarrollador inmobiliario, con la complicidad del municipio, usurpó un terreno valuado en 800 mil dólares. Publiqué el descongelamiento de los salarios políticos decretado por el intendente Azcué en plena emergencia financiera y sin el aval del Concejo Deliberante.
Tal vez lo que más les incomodó fue mi postura crítica frente a contrataciones directas, como la que firmaron con la ONG Techo, por más de 800 millones de pesos, para construir casillas de madera. Yo demostré que con menos dinero podían construirse viviendas dignas, utilizando materiales de la región y mano de obra local. También dejé en evidencia las irregularidades en las licitaciones del Carnaval, incluyendo tribunas inseguras que representaban un riesgo para el público. Notas sobre funcionarios que estaban muy lejos de ser “Ficha Limpia” y tener idoneidad para el cargo que les asignaron. La desprolijidad rayana al delito en la administración del Estadio Único de Concordia que esta gestión, tan rápida para desmantelar la radio, todavía sigue dando vueltas para elaborar una ordenanza que le brinde marco regulatorio al estadio. Expuse a «gente de bien», de dinero y pedigrí social que «hace cosas raras», gente de la que no hay que hablar nunca en esta ciudad… Y podría mencionar otra decena de notas, que están en la web, en los archivos de Junio (https://www.diariojunio.com.ar/author/fodo/) … Para quien quiera saber.
Este despido no fue una cuestión de desempeño, porque mi trabajo siempre habló por sí mismo. Esto fue un acto de persecución política e ideológica. Es un mensaje aleccionador. La radio pública no debe ser la radio de un partido político, de una gestión, y mi tarea siempre respetó el derecho de la audiencia a conocer todas las voces. Sin embargo, esta gestión utilizó métodos patoteros, cínicos y desleales para silenciarme.
Lo que me hicieron no es solo un despido: es un ataque directo a la libertad de expresión y a la ética periodística.
Cierro con un fragmento de «El mago del Kremlin», novela de Giuliano da Empoli, pertenece a un pasaje donde se cita al escritor ruso Yevgueni Ivánovich Zamiatin (1884–1937), un novelista, dramaturgo y crítico literario, conocido principalmente por su novela «Nosotros», considerada una de las primeras obras de ciencia ficción distópica. Zamiatin fue un destacado opositor al autoritarismo y un crítico de la censura, lo que lo convirtió en una figura controversial tanto en el régimen zarista como en el soviético. Una reflexión crítica sobre la relación entre los escritores y el poder, así como sobre la integridad literaria en contextos políticos represivos.
“No pretendo pasar por inocente. Sé que tengo la mala costumbre de decir lo que considero que es la verdad, en vez de decir lo que me sería más provechoso en cada momento. No he ocultado nunca mi actitud en lo que concierne al servilismo literario, a la adulación y a los camaleones que cambian de color. Considero que son degradantes para el escritor y para la revolución.”