No recuerdo un escenario así en todo el tiempo de ejercicio democrático que llevamos desde 1983. La crisis de representatividad pareciera haber estallado dentro de los partidos, si es que podemos seguir identificando a esos actores como partidos, al tratarse de alianzas por conveniencias electorales, dejando en segundo plano lo que debiera definir las acciones políticas: las ideologías. Las alianzas suprimen o inhiben la impronta ideológica.
Entiendo a la sobreoferta de candidatos como un síntoma de otra cosa social. Es el fenómeno visible de la crisis de legitimidad política. Asumir el protagonismo podría significar sentirse dueño de una parte de esa legitimidad, que tiene implícito el riesgo de una lectura equivocada (de parte del candidato) y quedar sumergido por la eternidad política (eternidad que suele durar cuatro años, tiempo suficiente para la amnesia de masas).
A la percepción del/los candidato/s se contrapone la percepción de los actores pasivos: los ciudadanos.
Llegamos a un punto interesante. ¿Los ciudadanos se sienten (nos sentimos) ciudadanos? Si consideramos que ciudadano es quien puede ejercer sus derechos (no solamente poseerlos, sino ejercerlos), hace rato que una inmensa mayoría perdió esa jerarquía. Creo que estamos ante una cuestión clave: muchos han dejado de identificarse como tal. La sensación de "ser ciudadano" ha trocado a la de "ser utilitario". Este sea, tal vez, el motivo de la apatía generalizada. Apatía que contrasta con la sobreoferta de candidatos.
El principal desorden interpretativo, aparentemente, está del lado de los candidatos. Demostración: la insuficiencia de propuestas políticas. Las políticas que se exponen son pusilánimes y débiles.
El conjunto social tiene las alarmas encendidas por las crisis políticas y sociales. Más graves las primeras que las segundas. La política es la que debiera salvar a la sociedad y todo parece sugerir que no será así. Se otean crisis de representatividad, crisis de propuestas para mejorar las condiciones de vida (trabajo, salud, educación, vivienda, alimentación, conectividad, etc.), crisis ambiental (la gran olvidada). Todas juntas, tan grande el todo, que se perciben como insalvables.
Es probable que dentro de este berenjenal esté la fundamentación de semejante explosión de voluntades políticas ofreciéndose para las próximas elecciones. Nada más que confusión. Si es así, difícilmente este estado de confusión nos conduzca a una instancia mejor. Tendremos más políticos confundidos dando soluciones equivocadas. Por eso es necesario cambiar el enfoque de la política, pasando, primero, por reconocerse insuficientemente dotado de conocimientos para señalar salidas mesiánicas e ilusorias. Ampliar la base de sustento de un eventual gobierno con mayor participación ciudadana. La consulta permanente. Pensar una sociedad para todos.