Actualmente, la provincia cuenta con un stock total aproximado de 648.000 cabezas, representados por más de 12.000 productores ubicados en su mayoría en los departamentos de Feliciano, Federación, Federal, Gualeguaychú y La Paz. A su vez, la densidad de animales refleja también una alta relación ovino por hectárea, de entre 1700 a 2700 cabezas.
El director de Ganadería de la provincia, Exequiel Albarenque, indicó que “la mayoría de productores ovinos entrerrianos, ya sean grandes, medianos o chicos, realizan una producción bovina – ovino en la que predomina el pastoreo extensivo sobre campo natural. Este sistema tiene como ventaja la complementariedad en el aprovechamiento del pastizal y en la descontaminación de parásitos existentes en el forraje provocado por un control cruzado entre ambas especies animales”.
“Por otro lado, permite diversificar la producción disminuyendo riesgos y mejorando la distribución de ingresos a lo largo del año”, añadió. También afirmó que, en lo referente a pequeños productores, dichos establecimientos diversifican sus producciones junto con otras especies animales tales como cabras, cerdos, aves; y producción hortícola.
Las razas ovinas predominantes en Entre Ríos son Hampshire Down Corriedale, Rommey Marsh, Texel, y Corriedale , en crecimiento se encuentran las razas deslanadas Dorper y Santa Inés.
La producción de carne depende de la raza y el sistema de producción, donde el nivel de faena en Entre Ríos a nivel nacional es del 3 %, destacándose como categoría más faenada el cordero, con un peso vivo promedio a faena de 26,5 kg concentrada en el mes de diciembre, siguiendo en menor proporción Octubre y noviembre.
En general, el consumo de carne ovina a nivel nacional es de 1.06 a 1,8 Kg por habitante/año, con marcada variación entre regiones rurales y urbanas. El bajo consumo es consecuencia de la oferta irregular que ocasiona la pérdida del hábito de consumo, concentrándose la demanda en fiestas de fin de año y manteniéndose el autoconsumo rural.
El funcionario expresó además que existen a nivel general dos tipos de producciones; “aquellas donde predomina la raza criolla o de cruzas sin una raza definida, propia de productores de la Agricultura Familiar, con escasa tecnología e infraestructura en sus campos; donde, entre otros problemas, el método de pastoreo continuo provoca la prevalencia de parásitos al no permitir cortar con el ciclo del parásito por no proporcionar un tiempo de descanso adecuado del potrero”.
En cuanto a la faena, sostuvo que generalmente producen corderos livianos para la venta, o bien para autoconsumo con una res de 12 Kg en promedio, concentrándose en la época de fiestas; y que la venta se realiza en el campo del productor, quien establece el precio función de valores de la zona, dándose en ciertas ocasiones una depreciación del verdadero valor por falta de conocimiento de los costos que implican la actividad. “La faena a campo demuestra la falta de condiciones óptimas sanitarias y la informalidad en la comercialización del producto”, destacó.
El segundo tipo de producción, continuó Albarenque, es aquella donde los productores poseen en sus majadas razas más definidas, “ocupándose del mejoramiento genético incorporando periódicamente nuevas líneas de consanguinidad majada con la renovación de machos y hembras de buena progenie, con infraestructuras e instalaciones adecuadas; y en su mayoría se establecen como tomadores de créditos para la mejora de las condiciones donde realizan la actividad”.
En cuanto al aspecto sanitario, realizan un manejo adecuado, donde cuentan con asesoramiento permanente de un profesional. La faena y comercialización se encuentra de manera más ordenada, recurriendo al asociativismo para poder faenar en conjunto para disminuir los costos en algún matadero o frigorífico de la zona.
“Además existe en el último tiempo una tendencia de la producción de cordero pesado, tomando como ejemplo experiencias y modelos del Uruguay, con el objetivo de incrementar la producción de carne en los establecimientos, además de ofrecer al mercado carne ovina todo el año. Ello permite un sistema de cortes con un aprovechamiento integral de la carne, como así también mayores posibilidades de almacenamiento, mayor variedad de uso de comidas para hacer a la carne ovina competitiva como es la carne bovina; aumentar tanto la rentabilidad del productor como el peso de faena, y disminuir los costos totales de la producción”, finalizó el funcionario.