La obra está en marcha en los talleres del reconocido artista concordiense Nicolás Passarella.
Iniciativa
En la parroquia “Nuestra Señora de Pompeya” fue oficialmente presentada esta iniciativa. El secretario de Desarrollo Social, Fernando Barboza se ocupó de exponer la propuesta y resaltar los valores que la impulsan.Estuvieron presentes el coordinador de Derechos Humanos de la Municipalidad, Eduardo Maschio; el pintor, dibujante, escultor y artista plástico Daniel Pasarella; el cura párroco de “Nuestra Señora de Lourdes”, Daniel Petelín; el párroco de “Nuestra Señora de Pompeya”, Ruben Zabaleta, y los colaboradores María Emma Papetti, Alejandro Ulle y José Emilio Payro.
Derechos humanos
“Será un humilde y sentido homenaje a un hombre de profunda dedicación a los más humildes, al que impulsó el Retablo de la Virgen de la Esperanza, la Peregrinación Anual a Federación y fue un continuo luchador por los Derechos Humanos”, expresó el secretario de Desarrollo Social Fernando Barboza.A su turno, el artista a cargo de la obra recordó que "Ismael tenía una capacidad extraordinaria de relacionarse profundamente con la gente, de igual a igual, siendo que era un hombre de una gran erudición que hablaba alemán, latín, italiano y que era además doctor en Derecho Canónico".
"Era un tipo elevado en su interior y común en la relación con la gente”, destacó Passarella.
Perfil
Ismael Dri nació en Federación en 1929. Entonces, no había secundario en esos pueblos, por lo que para hacerlo debía viajar a Concordia, Gualeguaychú, Concepción del Uruguay o Paraná pero en todos ellos debía pagar la pensión y su familia no podía. Hijo de colonos-agricultores, desde los 6 años conocía el trabajo “con alegría en la chacra”, como solía contar.A la escuela iba siempre de a pie. Recorría 5 kilómetros a campo traviesa. Eso hizo hasta cuarto grado cuando, con 11 años, ingresó al Seminario en Paraná donde terminó el secundario y empezó el Profesorado de Filosofía. Acabada la Segunda Guerra Mundial, el 30 de agosto de 1949 viajó a Roma, a bordo de un barco que los Aliados habían usado para el desembarco de tropas.
En “la ciudad eterna” se ordenó sacerdote tras formarse en la Pontificia Universidad Gregoriana. Compartió estudios junto a jóvenes de distintas partes de Europa, también árabes y otros latinoamericanos. Se ordenó junto a Juan Carlos De Zan y a Juan Carlos Gorosito, con quienes vivía en el Colegio Pío Latinoamericano, la tríada que se abanderó con la Teología de la Liberación.
“Devorábamos los libros de Boff y me apasiona, ya que era una teología nacida aquí en nuestra tierra, en Latinoamérica, en esa teología incluímos la parte histórica, porque la teología de entonces era muy cerebral y etérea”, dijo alguna vez.
Regresó a la Argentina en febrero de 1955, con el título de Summa Cum Laude y medalla de oro. Lo destinaron a Paraná y daba clases en el seminario de Derecho Canónico y ayudaba al Arzobispado de Paraná, que estaba entonces Monseñor Guillán. Ocupaba dos barrios; eran villa miserias que tenían el nombre de “El Pozo” y “El Pirola”. Por casi 10 años dio catequesis bajo un ombú hasta que lo nombraron párroco de la Catedral de Paraná, donde estuvo 9 años hasta que se enfrentó a Monseñor Adolfo Tortolo, adherente a la dictadura, para luego venir a Pompeya, en nuestra ciudad, gracias a su amigo monseñor Ricardo Rösch, primer obispo diocesano de Concordia.
En Concordia
El obispo lo envió a la parroquia más popular de Concordia. Vivió años difíciles, incluso fue espiado y le grababan sus homilías, según recordó cuando regresó la democracia. De aquellos años también se recuerda el grupo de jóvenes que dirigía, entre los que estuvo Jorge Papetti, cuya familia vivía en el barrio de Pompeya. “Lo mataron en la tortura”, recordó el sacerdote poco antes de morir.Dri nunca ocultó su adhesión al movimiento de curas tercermundistas. En pleno gobierno militar permitió que en la parroquia de Pompeya se reuniera lo que sería la primera Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, mientras que en democracia siempre levantó la voz por los más vulnerables.
Un hombre “de gran corazón, pero con su temperamento enérgico y activo”, así lo definió el sacerdote Daniel Petelín, quien lo acompañó estos últimos años en la Iglesia “Nuestra Señora del Cármen”, en el barrio de Villa Adela, comunidad que vio nacer a esa parroquia y fue protagonista de su fortalecimiento.
En su labor estrictamente religiosa, las ciudades de Concordia y Federación le deben la peregrinación que anualmente une caminando ambas localidades, en una de las manifestaciones de fe más impactantes de la provincia y que durante muchos años lo tuvo como un caminante más.