Debido a esto, manifestó que “no hay transparencia en las gestiones, ni en Concordia ni en la provincia”, ya que “fuimos a hablar con el Obispado y nos dijeron que están sujetos a lo que dice la secretaría de Ambiente”.
Según sus palabras, es por eso que “no confiamos, si no hay un diálogo transparente y directo no entendemos lo que pasa y parece que hay un silencio que lo va a resolver”, pero “nosotros sostenemos hace ya tiempo lo que decimos y tenemos razones para decirlo”.
Al respecto, expresó que “no sabemos si se trata de ingenuidad o lo contrario” y comentó que “queremos pensar que se trata de ingenuidad y que todo se puede resolver de la mejor manera, que cuando iniciaron el proyecto desconocían el impacto ambiental que supondría un emprendimiento de este tipo, pero tampoco realizaron los estudios correspondientes”.
A pesar de esto, Galvani consideró que “no es justo que esto se lleve a cabo, pero ya ha pasado en otros lados”, como en el caso del “barrio 6 de febrero, desde donde nos han dicho que nunca les respondieron a las cartas que enviaron a la municipalidad en 2010 y en 2015”, teniendo en cuenta que “allí el crematorio quedó pegado a las casas”.
En el caso de Villa Zorraquín, destacó que “ni siquiera se inicio el emprendimiento, pero tampoco queremos que se inicie”, por lo que “pensamos llevar a cabo alguna acción” a modo de reclamo.
Por lo pronto, dijo que “hace 3 o 4 meses solicitamos una audiencia con el intendente y no hemos tenido respuesta”, por lo que “parece que tampoco tienen una respuesta”. No obstante, reconoció que “queremos concretar la audiencia porque cuando él -Francisco Azcue- fue candidato a la intendencia, durante su campaña vino a Villa Zorraquín, habló con nosotros y entendió la gravedad del asunto”.
Finalmente, Galvani subrayó la gravedad de la situación y mencionó que “hay un estudio a nivel nacional del FUNAM de Córdoba, que está a cargo de Raúl Montenegro, un reconocido biólogo, donde muestra a las claras la contaminación que puede generar un horno crematorio”, ya que “allí se trabaja con temperaturas de 600 a 1000 grados y se forman compuestos super complejos que son liberados por las chimeneas y repartidos en el aire a 6 kilómetros a la redonda y que, por las variables del viento y las corrientes del agua, los contaminantes artificiales que eso forma pueden viajar y depositarse en las napas de agua, en el aire que respiramos y en la vegetación”.