Sobre su experiencia, la docente comentó que “en Alemania estuve abocada al curso, donde la mayoría de los alumnos tenían algo de experiencia internacional, de experiencias multiculturales”. Muchos de los estudiantes eran alumnos de la carrera de relaciones internacionales o diplomacia, economía internacional por lo que “había una enorme predisposición para el intercambio intercultural”, remarcó.
A su vez, Chabrillon describió que “la Universidad que estuve era privada, bastante chica pero muy moderna. Me gustó ver que contaban con moderna tecnología, que nosotros también tenemos y usamos aquí”. Asimismo, reveló que lo que llamó su atención fue “la cantidad de material didáctico de librería disponible, desde cartones de colores, marcador, papel con los que hacían producciones, intervenciones. Había mucho arte, mucho color, había un clima muy lindo”. Además, “por su carácter internacional había muchos mapas, posters de distintas partes del mundo y fotos de alumnos destacando su lugar de origen”, agregó.
Otra de las costumbres que llamó la atención de la docente era que la biblioteca, “donde la mayoría del tiempo no había bibliotecario. Sólo estaba presente en ciertos horarios para sugerir o recomendar, pero no para sacar y devolver los libros. Probablemente esto tenga que ver con que esos países trabajan mucho con el autocontrol”.
En cuanto a su relación con los demás, Chabrillòn contó que “hubo muchas actividades sociales. Un día se celebró la noche internacional en la que había que llevar algo para compartir de tu país, hasta había lugar para cocinar. Una estudiante de Luxemburgo llevó desde vinos, quesos, de todo y armó una mesa muy linda. También, probé dulces árabes que eran de Jordania y Egipto y hasta una china que cocinó un pato supuestamente traído de la China”.
La docente de la UNER tuvo la posibilidad de realizar un curso de cooperación internacional en Alemania.”Cuando hablaban de cooperación internacional yo pensaba que era como lo vemos acá, como convenios entre universidades, es decir la cooperación de una manera bidireccional; pero en ese curso que hice es cómo ven la cooperación internacional en Europa cuando desde ciertos organismos gubernamentales, supragubernamentales, ONGs o fundaciones, van a colaborar a otros países en África, por ejemplo” y acotó que “muchas iniciativas que tienen muy buena intención fracasan rotundamente porque no se toman el trabajo de averiguar previamente cuál es la real necesidad de la gente, cómo se trabaja en esos lugares. Por eso, se planteó la necesidad de conocer para poder interactuar”.
En este sentido, Guillermina recordó que “el profesor nos mostraba imágenes de Etiopía y nos decía que en ese lugar se vive en tres eras históricas, hay una parte que vive en la era de las cavernas, hay una parte que vive en el medioevo porque viven como si no existieran la anestesia, los antibióticos y los líderes africanos terminan siendo más crueles en muchos casos que los colonialistas. Todas esas realidades hay que tenerlas en cuenta antes de viajar porque uno no puede saber cuál es la necesidad o prioridad del otro”.
Lazos con Turquía
Respecto a su visita a la Instanbul Kültur University en Estambul, Chabrillón señaló que “ya estaba programada una reunión en Estambul porque el curso del cual participé se iba a realizar en agosto en Turquía, también sobre relaciones internacionales pero se sumaba el tema del medio ambiente a nivel global”. Entonces la docente contó que “se realizó una puesta en común comentando cómo había funcionado el curso. Yo aclaré principalmente como vi a los alumnos y pude también conversar con la vicerrectora de esa universidad de Turquía y allí fue que hablamos sobre las distintas facultades y carreras afines que tenemos para pensar en la posibilidad de tender lazos a futuro”.
Por otro lado, la docente dela UNER manifestó que “pude recorrer y conocer la ciudad vieja, utilizando el transporte público que es de primer nivel. La gente muy atenta, pude aprovechar y recorrer bastante. En Estambul también tuve la oportunidad de asistir a un seminario introductorio al Islam en una de las mezquitas más grandes y tradicionalmente visitadas”.
Guillermina Chabrillón confesó que “en este viaje puse en práctica en todo momento lo que siempre recomiendo a los alumnos: hay que acercarse a las personas, animarse a romper barreras”, y subrayó que “el idioma no debería ser una barrera infranqueable para, aunque sea mínimamente, interactuar con el otro”.
En este sentido, ejemplificó que “en varias oportunidades en Estambul, como un largo viaje en taxi hasta el aeropuerto y en un ferry cruzando el Bósforo hacia Asia, pude interactuar con personas locales que sólo sabían saludar y agradecer en inglés y nada más, y yo sólo sabía decir mezquita en turco aunque conocía bien los nombres de los lugares en ese idioma. Así que sólo para “conversar” y conocer un poco más, les señalaba y preguntaba por los lugares por donde pasábamos y ellos siempre con una sonrisa aportaban y hasta me contaban de sus vidas usando frases en turco, a veces mezcladas con palabras de otros idiomas”.
Entre las experiencias, la docente contó que previamente a su viaje a Alemania, participó en un festival hindú organizado por la comunidad de Sri Lanka radicada en Suiza en un pequeño pueblo rural llamado Dürtner. “Allí me había acercado a mirar el desfile nomás y al mostrarme tan entusiasta e interesada terminé como única invitada no hindú de la ceremonia y cena. Hasta fui bendecida varias veces en sánscrito y tamil”.
Por último, Guillermina Chabrillón recomendó que “cuando se está viajando la gente local, en su gran mayoría, se da cuenta cuando uno tiene buena intención e interés por la cultura y las personas del lugar. Sólo hay que animarse, hay que vencer el miedo a conectarse con el otro”.