Hay dos tipos de eventos, los causados por el bloqueo del flujo sanguíneo en el cerebro se llaman ACV isquémicos (son los más comunes), mientras que los causados por una hemorragia cerebral se denominan ACV hemorrágicos.
El jefe del servicio de Neurología del hospital San Martín de Paraná, Marcelo Chaves, indicó que “el ACV es una emergencia médica, y el tratamiento temprano es crucial para reducir el daño cerebral y mejorar los resultados en el paciente".
Signos
Es una patología que se puede tratar, pero para eso es fundamental que el paciente llegue a tiempo. Los principales signos de advertencia son:-Debilidad repentina de la cara, el brazo o la pierna, especialmente de un lado del cuerpo.
-Confusión o dificultad para hablar o comprender el habla.
-Dificultad súbita para caminar.
-Mareos, pérdida del equilibrio o la coordinación.
-Dolor de cabeza severo sin causa conocida.
-Dificultad súbita para ver con uno o ambos ojos.
En relación a este aspecto, Chaves mencionó que “reconocer los síntomas de un ACV es fundamental para que el paciente reciba atención lo más rápido posible. El tratamiento temprano es clave para minimizar las secuelas y mejorar el pronóstico".
En el caso del ACV isquémico, si la persona es atendida dentro de las primeras cuatro horas puede recibir trombólisis intravenosa, un tratamiento que disuelve el coágulo y restablece el flujo sanguíneo en el cerebro. En el caso de que sea hemorrágico, el tratamiento se enfoca en controlar la presión arterial, reducir el riesgo de aumento de la hemorragia y en ocasiones puede requerir intervención quirúrgica.
En relación a las secuelas, el especialista sostuvo que "varían según la localización de la lesión vascular, la severidad del evento y el tiempo que pasó antes de recibir atención". De esta manera, Chaves detalló: "Puede quedar dificultad para mover una parte del cuerpo, parálisis o pérdida de sensibilidad en un lado del cuerpo; problemas de comunicación, sea para hablar o comprender el habla; secuelas cognitivas que afectan la memoria, la atención, y otras funciones mentales. Además, síntomas de depresión o ansiedad son comunes después de un ACV.
Prevención
Es importante tener presente que nunca podremos reducir el riesgo a cero dado que hay determinados factores que no podremos corregir con el tratamiento médico ni realizando cambios en el estilo de vida. Estos factores son la edad (el ACV es más frecuente en adultos mayores, pero puede ocurrir a cualquier edad), el sexo (los hombres tienen mayor riesgo) y tener antecedentes familiares. Pero la buena noticia es que hay muchos factores de riesgo que son fácilmente corregibles si se mantiene un estilo de vida saludable (lo que implica evitar el cigarrillo y el alcohol, mantener un peso saludable y realizar actividad física durante 30 minutos al menos tres veces por semana).
De este modo podremos reducir el impacto de diferentes variables como la hipertensión (se recomienda consultar al médico para controlar la hipertensión ya que es la condición de riesgo más influyente); fumar (duplica el riesgo de ACV y aumenta hasta cuatro veces el riesgo de ACV hemorrágico); enfermedad cardíaca (hay diferentes afecciones al corazón que pueden causar coágulos sanguíneos que podrían desprenderse y bloquear los vasos dentro del cerebro); haber tenido ACV anteriormente; diabetes (puede causar daños en los vasos sanguíneos); colesterol (puede causar estrechamiento de los vasos sanguíneos; sedentarismo y obesidad.