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El dato fue difundido en un artículo que lleva la forma del periodista entrerriano Daniel Tirso Fiorotto, donde se destaca que los expertos exploraron los efectos de estos productos fitosanitarios también llamados agrotóxicos (realizados con fórmulas secretas para el común de los mortales), sobre renacuajos de Rhinella arenarum, una especie conocida como sapo argentino o sapo grande, anfibio propio de nuestro país y gran parte de Sudamérica.

Los resultados de la investigación recién publicada por la revista científica Chemosphere son graves para estos sapos y además constituyen un grito de alerta para otras especies, incluida la humana. Y es que, al cabo de los experimentos, los investigadores encontraron cambios genéticos y hormonales, y malformaciones en los renacuajos expuestos.

Por eso los científicos pidieron frenar de manera urgente la aprobación de cultivos transgénicos que requieren herbicidas, hasta que no se estudien los efectos sobre la vida no sólo de una de esas sustancias en un momento determinado, sino también de todas en sinergia, y a través del tiempo.
Malezas
El glifosato se usa para matar las llamadas malezas y dejar que sólo prosperen los cultivos elaborados con resistencia a esa fórmula. Y como algunas hierbas no fueron alcanzadas por ese herbicida, entonces comenzó a usarse el glufosinato de amonio, considerado más potente y más tóxico para las especies. Su utilización está siendo combatida por las organizaciones ambientales, incluso con presentaciones judiciales.
De mal en peor
Rafael Lajmanovich es un investigador principal del CONICET, Profesor Titular de Ecotoxicología en la Facultad de Bioquímica de la UNL, y miembro de este equipo interdisciplinario abocado al estudio de los efectos no deseados de los herbicidas. Le pedimos a este científico entrerriano que resumiera la importancia de este ensayo en equipo sobre los efectos de los herbicidas como el glufosinato de amonio y el glifosato en la fauna silvestre y comentó: “Estos estudios llevan años, sin embargo, no se han podido regular o minimizar los impactos. El glifosato ya había sido detectado en ríos, arroyos, sedimentos, aguas subterráneas y agua de lluvia, y actualmente ya se detecta en muestras humanas (orina) en prácticamente todas las localidades de la Argentina que están cercanas a los cultivos transgénicos. Pero hoy existe una mayor preocupación por el herbicida glufosinato de amonio (se incrementó su uso por las resistencias de las malezas al glifosato), ya que estamos hablando de un herbicida prohibido en 2013 en Europa por sus efectos sobre el sistema reproductivo en mamíferos y artrópodos. Por lo tanto el riesgo es mucho mayor”.

El investigador resaltó que, de los 66 cultivos transgénicos de soja, maíz, algodón y trigo aprobados en la Argentina, 31 son resistentes al glufosinato de amonio, de acuerdo al listado de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) comerciales que publica la Secretaría de Agricultura de la Nación. “La mayor parte de ellos fueron introducidos en los últimos nueve años. Esto sin duda nos hace vislumbrar que en pocos años tendremos niveles de contaminación de glufosinato muy peligrosos. De hecho, me arriesgo a afirmar que ya está ocurriendo”, insistió Lajmanovich.
Monstruos
Un teratógeno es una sustancia capaz de causar malformaciones. Hace años, el científico Andrés Carrasco denunció en una visita a Paraná que el glifosato “es teratógeno porque induce la variación de concentraciones de un viejo y conocido teratógeno experimental de la clínica médica llamado ácido retinoico”.

El glifosato, agregó, “inhibe algunos genes, pero no directamente porque no es una sustancia endógena del embrión: los inhibe a través de un mecanismo indirecto, que es el ácido retinoico, un derivado de la Vitamina A que todos los vertebrados tienen, que regula muchos genes. Es un viejo teratógeno por exceso o por ausencia. El glifosato incrementa la cantidad de ácido retinoico en el embrión, y al interferir en el metabolismo produce la malformación ”, aseguró entonces.
Disciplinas
En el nuevo estudio participaron expertos en disciplinas distintas: Ana P. Cuzziol Boccioni, Germán Lener, Julieta Peluso, Paola M Peltzer, Andrés M. Attademo, Carolina Aronzón, María F. Simoniello, Luisina D. Demonte, María R. Repetti y Rafael C. Lajmanovich.

Los autores reconocen en su ensayo que el aumento de pesticidas químicos aplicados a cultivos genéticamente modificados tolerantes al herbicida glifosato “se ha convertido en una de las mayores amenazas para la conservación ecológica y la salud pública a nivel mundial”, y que en la Argentina se ha multiplicado el volumen de glifosato para el cultivo de soja. Además, admiten que las sustancias usadas a base de glufosinato de amonio son “un grupo de herbicidas de amplio espectro y su uso está aumentando en todo el mundo para controlar las malas hierbas resistentes a glifosato en trigo, soja, algodón y maíz”.

Glifosato y glufosinato de amonio se encuentran juntos en el ambiente, dicen los estudiosos, y sin embargo se sabe poco sobre su interacción en el orden químico. “Un estudio reciente indica el riesgo ambiental del consumo de agua potable y la seguridad de los organismos acuáticos debido a la exposición a glifosato y glufosinato en aguas superficiales. Por lo tanto, es importante determinar las interacciones moleculares entre las estructuras de los plaguicidas cuando estos se combinan”.
Nuevo compuesto
Aclaran que ya hay evaluaciones de la potenciación de ambos productos en contra de la vida de los renacuajos. La nueva investigación detectó la interacción molecular a través de un moderno modelo químico computacional que se llama Teoría de la Densidad Funcional. ¿Qué encontraron? Que las moléculas de ambos herbicidas tienden a juntarse para formar un nuevo compuesto, de consecuencias impredecibles aún. Por eso aconsejan detener las prácticas antes que sea tarde. Además de acudir a un programa de avanzada en computación expusieron renacuajos a glifosato y glufosinato de amonio, y a su combinación, en distintos plazos. Allí comprobaron que los perjuicios del glufosinato son mayores, y que la tendencia a juntar las moléculas crea mayor incertidumbre sobre la salud. Aunque no mueran, los renacuajos pueden sufrir trastornos posteriores para la alimentación y la reproducción.