Por Horacio Osorio

Luego de varios mensajes y fotografías remitidas a Diario Río Uruguay por parte de visitantes a las mencionadas playas, un cronista de este medio recorrió este lunes toda esa zona bañistica para ratificar lo que señalan los denunciantes.

Vale recordar que toda la zona está adjudicada -en su administración y cuidado- a la Corporación de Desarrollo de Salto Grande (CODESAL), que bajo la conducción del periodista Luis Mazurier (propietario y director del diario El Sol) tiene a su cargo promover, organizar y solventar “todo evento que resulte de interés turístico y financiará el mantenimiento, las reparaciones y las construcciones que resulten necesarias para el normal desarrollo del polo turístico de Salto Grande”.

Por ley provincial recientemente promulgada, LA CODESAL tiene fuentes diferentes de recursos, lo que le permite disponer entre otros ingresos, lo que generan emprendimientos tales como el hotel Ayuí, las termas, el camping y todos los espacios supuestamente concesionados.

 

Pero lejos de esos objetivos y como si fuera una campaña de desprestigio estudiadamente montada,  los paradisiacos paisajes de la zona del lago sorprenden por el total abandono y hasta el real perjuicio que algunas intervenciones han provocado en lugares que hasta hace algunos años eran bulliciosas playas, pero que hoy cambiaron a un verdadero cementerio de chatarra que se oxida en las aguas del embalse de la represa de Salto Grande.

Eso último es lo que puntualmente se observa en Punta Viracho, donde la belleza de la vista que regalan las piletas termales contrasta radicalmente con un amontonamiento de estructuras metálicas en la costa oeste. Eso fue lo que quedó de la alucinación de querer construir “bungalós”  dentro del propio lecho del embalse, los cuales no solo que nunca prosperaron más allá de una base, sino que trasformaron una zona de playa en una especie de montaje escénico que recuerda a los obstáculos con los que el ejército alemán recibió al desembarco aliado en Normandía.

Pero por si con esto no alcanzara, también allí se pude ver como -peligrosamente- un cable envainado y con electricidad quedó casi sumergido en al agua para alimentar con energía lo que era la zona de obra y montaje.

 

Por otro lado, una constante que se ve en playas habilitadas -como en el caso de Los Médicos y Playa Sol- son los restos de lo que alguna vez fueran los mangrullos para guardavidas. De dichas  torres de vigilancia solo quedan un montón de troncos que las olas llevan y traen.

Aquí vale citar que si bien todo el paraje cuenta con el servicio de guardavidas dispuesto por el municipio de Concordia, este grupo de trabajadores no cuenta -por inacción de la CODESAL- con asistencias tan elementales como agua potable, mientras que en materia de insumos hasta ahora solo recibieron las boyas para limitar la inmersión de los bañistas.

Asimismo, otro de los aspectos que revisten un verdadero peligro para los visitantes son los mencionados cables en la zona de Viracho y fundamentalmente -para los más chicos- las precarias conexiones eléctricas que a pocos centímetros del piso pueden verse (sin ninguna advertencia) en la parte posterior de los sanitarios en la zona de playa Los Médicos.

Comparado con todo ello, pedir que también se revierta la situación de los parrilleros destruidos, el avance de los pastizales, los baches en el camino de acceso y la basura diseminada se presenta -casi- como pretensiones desmedidas y ostentosas.