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Daniela Arias y Solange Zanandrea
En el marco de esa fecha, que mezcla celebraciones y un recuerdo triste, Diario Río Uruguay dialogó con las dos mujeres que hoy ya se ganaron su lugar en la parte trasera de los camiones recolectores. Son esa dupla de trabajadoras las que pisan fuerte en ese lugar, el mismo en donde -hasta hace un tiempo- solo se paraban exclusivamente los hombres, materializando una imagen que grafica los tiempos que corren.

Solange Zanandrea tiene 35 años de edad, es mamá de dos hijos -uno de 18 años y un pequeño de año y seis meses- forma parte del plantel de recolectores de la municipalidad de Concordia desde hace casi cinco años, gracias a un ingreso por concurso público para el que se anotaron más de 100 personas, a mediados del año 2018. De esa forma se convirtió en la primera Operaria del Servicio de Recolección de Residuos de la Municipalidad, si bien el área tenía en su personal a Mabel Barrios, una mujer que desde hace mucho tiempo trabaja en el sector administrativo.

“No me costó mucho adaptarme”, señaló Solange a este medio, atribuyendo eso “a los compañeros que tengo”, afirmando que “me tocaron compañeros y jefes excepcionales”, en una familia estatal “a la que no pertenecía, porque no tenía a nadie dentro de la municipalidad”.

Sus antecedentes laborales se remitían a “la atención al cliente en comercios o al turismo, porque trabaje muchos años en las termas”. Además de eso había estudiado una carrera terciaria en la UNER, también traductorado de italiano “y estaba estudiando peluquería cuando participaba del concurso de ingreso al municipio, es más, llegaron de forma simultánea el título de peluquera profesional y la entrada al grupo de la recolección”. Sin embargo, la decisión nunca estuvo en duda, “me puse todas las pilas para quedarme, porque me sentí cómoda, cuidada, querida por mis compañeros, así que no quiero irme de acá”.
Los comienzos y los prejuicios de la gente
“Cuando empecé era un poco lento, me costaba tirarme del camión, correr con pesos, venir y subirme de nuevo al camión en movimiento”, reconoce. Pero con el tiempo, fue adaptándose, “porque tenés que estar en estado, porque este trabajo te exige, tanto física como mentalmente”.
Además de la exigencia aeróbica, no hay espacio para una distracción, “en la calle siempre hay que estar atenta también que no venga ningún auto o una moto”.
La trabajadora municipal entiende que “por ahí la gente está apurada”, pero afirma que “se tienen que tener un poco de paciencia, porque a veces tenemos que cargar un contenedor o hay mucha basura, que además puede estar desparramada”, ya que “hay gente que a veces pasa y revisa lo que hay”, aclarando que esto “no es culpa de esas personas, sino de la situación en la que están”, que los lleva a buscar algo de valor en los residuos.
Sus compañeros y la injusta generalización
Solange no duda en afirmar que lo mejor que tiene su trabajo es el grupo de compañeros que forma parte del plantel de la recolección, porque “venís a trabajar con una sonrisa y te vas con una sonrisa doble”.

Mientras que la nota disonante viene por parte de aquellas voces “que tienen mal vista a la gente que trabajamos en la recolección”, afirmando que “siempre se habló hacia este grupo con falta de respeto, generalizando que son todos borrachos, los drogadictos, los negros, etc”.

Incluso esas críticas las padeció personalmente cuando ingresó por concurso, con gente que opinaba “que hacía yo acá, si tenía estudios”, a lo que hoy Solange responde que “es cierto que estudié el idioma italiano, cursé la tecnicatura en Turismo en UNER, me recibí en la escuela Borges que amo, tengo cursos de internet y un montón de cosas. Pero repito, es mi elección estar acá y no lo cambiaría por nada”.
El encanto de los días de lluvia
A diferencia de otras áreas, el servicio de recolección suele trabajar muchos días feriados. Incluso “hay muchos compañeros que trabajan doble o triple turno” y a eso se suma que ninguna condición climática es pretexto para no cumplir con el servicio, “en ese aspecto no tenés elección, hay que salir igual, esté lloviendo torrencialmente o haga un calor que no podes más, pero a pesar de todo eso no lo cambio a este trabajo”, es más “amo los días de lluvia y mojarme entera”, dijo con una sonrisa amplia.
La más nueva
Daniela Arias fue la segunda mujer en incorporarse como operaria del Servicio de Recolección de Residuos de la Municipalidad. “Estoy hace seis meses” comienza señalando esta joven de 31 años, mamá de una niña de dos años, quien venía de otra tarea muy distinta, ya que ejercía la profesión de masajista “así que imagínate lo que fue el principio, al tener que andar corriendo atrás de un camión”, en un comienzo que no estuvo huérfano de miedos, “como a todo lo nuevo y de no saber con qué te vas a encontrar”, apunta Daniela.

Pero a medio año de haberse sumado a la planta de personal, “la verdad que se valora mucho el grupo de compañeros de trabajo, porque ellos me ayudaron, me hicieron sentir como una más desde un principio”, subrayando que “hoy en día me siento comodísima en el lugar donde estoy”.
Un mundo de hombres
Al igual que su compañera Solange, Daniela pondera que “son un montón de hombres que ahora tienen dos compañeras de trabajo mujeres, pero nos hacen sentir parte de ellos, una más del grupo y no hacen diferencias”.

A eso agrega un aspecto que, como en todo lugar de trabajo, puede llegar a ser uno de los más valorados. Daniela cuenta que “en el camión que estamos nosotras (junto a Solange) nos divertimos mucho”, porque “más allá del trabajo, también tratamos de que sea agradable el momento”, asegurando que el sentido del humor general “hace también que te den ganas de venir a trabajar”.
Dia de trabajo
Repasando lo que es una jornada habitual, detalló que “entramos al mediodía, marcamos tarjeta a las 12:45 y de ahí salimos”, para realizar el recorrido de recolección que les corresponde, para volver lo que demore el trabajo que “depende de la cantidad de residuos, pero habitualmente puede llevar tres horas o hasta cuatro”, remarcando que “durante ese tiempo no tenemos un parate de nada, es todo el tiempo corriendo detrás del camión”, dice con una sonrisa.
Al igual que su compañera de trabajo, apunta que las condiciones climáticas no se eligen a la hora de salir a la calle. Por ejemplo, “estas últimas semanas me ha tocado trabajar con lluvia y la verdad que también me sentí bien, es como volver a ser chico cuando llueve”, aseguró.

En lo que respecta al desgaste físico y a las exigencias de cualquier jornada de trabajo, Daniela admite que había entrado a trabajar “con otro aspecto físico, que durante estos meses fue cambiando” y que “si bien iba al gimnasio, había dejado hace como un año de hacer deporte”. Es por eso que el hecho de andar diariamente corriendo detrás de un camión y cargando bolsas de residuos “me hizo bajar muchísimo de peso, así que me vino bárbaro también”.
Para sintetizar, Daniela no dudo en sintetizar que con este tipo de tareas “se demuestra que cuando queremos y nos dejan, las mujeres también podemos hacer todo, podemos hacer cualquier trabajo, solo es fuerza de voluntad”, concluyó.