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“Cuando la felicidad nos toca es cuando menos nos damos cuenta de que somos felices.”

“El olvido que seremos” Héctor Abad Faciolince, escritor colombiano.

Aunque parezca un recuerdo borroso y lejano en el tiempo, hubo una vez en que la comunidad basquetbolística de Concordia vivió su etapa más gloriosa. En épocas pre pandémicas, de cancha llena e ilusiones modestas, el club Estudiantes se embarcó en la aventura de jugar una Liga Sudamericana por primera vez, sin saber que la misma lo depositaría en el escalón más alto de su historia. Con un plantel renovado casi en su totalidad, un técnico debutante y todas las incertidumbres que acarrean los grandes cambios, el Verde vivió un 2017 de ensueño al rozar la gloria continental.

El ingreso de Estudiantes a ese torneo se dio cuando San Lorenzo ganó el Súper 20 y liberó un cupo para la Argentina, que le correspondió al equipo concordiense por el quinto puesto obtenido en la Liga Nacional de la temporada anterior. La salida de Hernán Laginestra de la conducción técnica luego de muchos años al frente y la conformación de un nuevo equipo, pusieron cierto manto de dudas en cuanto a la actuación que podría tener el conjunto en Liga Sudamericana. A su vez, también se atendía el frente económico de la institución para encarar un torneo de esa envergadura, con los consabidos costos de traslado y hospedaje que requerían. Es así que, con todas esas vicisitudes, Estudiantes comenzó el periplo con cierto resquemor, típico de aquel que se enfrenta por primera vez a lo desconocido.

Con la asunción del debutante Lucas Victoriano como entrenador, los de Concordia fueron emparejados en el Grupo C en la sede de Salvador de Bahía, Brasil, y cayeron en el debut ante un candidato al título como Guaros de Lara. El 17 de octubre, el conjunto venezolano, que contaba con el experimentado técnico argentino Fernando Duró y tenía también grandes nombres en su plantilla, se impuso por un ajustado 75-73 en la última bola, pero dejó en los concordienses una buena sensación de cara a lo que restaba del certamen.

En la segunda fecha llegó el tan necesitado triunfo, en este caso ante el local. Estudiantes se impuso a Vitória por 79 a 73, y confirmó lo que ya había demostrado en el primer juego: un básquet aguerrido encabezado por dos de sus fichas extranjeras. El escolta dominicano Rigoberto de la Rosa se destacó con 22 puntos y 11 rebotes, mientras que el pívot español David Doblas aportó 17 y 8 respectivamente.

El cierre fue con triunfo cómodo ante los uruguayos de Malvín, con una destacada actuación en defensa que secó el ataque rival y se cerró con un 66-56. La victoria le aseguró la clasificación en el segundo puesto y lo puso en la etapa de semifinales, en el grupo E de Río de Janeiro junto al Flamengo, local en esa instancia, Pinheiros de Brasil y Olimpia de Paraguay.

Si participar de un evento de esa magnitud era toda una novedad y un orgullo para el básquet concordiense, lo sucedido en el juego inicial del 7 de diciembre marcó un quiebre positivo en el espíritu del plantel. Con un triple de Leandro Vildoza a falta de dos segundos para el final, Estudiantes consiguió un enorme triunfo ante Pinheiros por 71 a 68 que lo posicionaba muy bien de cara a una hipotética clasificación a la final. El base oriundo de Tucumán comenzaba a probarse el disfraz de ídolo que había quedado vacío con las salidas de Dar Tucker y Javier Justiz Ferrer en la temporada anterior y avisaba que esas bombas de tres puntos eran una marca registrada de su juego. El partido contó con el aporte fundamental de otro de sus extranjeros, el norteamericano Anthony Smith, autor de 18 tantos y 11 rebotes, bien secundado por el juego de Vildoza, Doblas y Rigoberto Mendoza.

Olimpia de Paraguay había dado el batacazo en la apertura del grupo al vencer al local Flamengo, lo que transformó al encuentro ante Estudiantes en una suerte de semifinal anticipada ya que el ganador del juego entre ambos aseguraba su pasaje a la final de la Liga Sudamericana. Con un David Doblas intratable, autor de 19 puntos y 8 rebotes que cargó de faltas y sacó de la cancha a los dos mejores del conjunto rival, los dirigidos por Victoriano lograron lo inimaginable: poner al equipo de Concordia en una final continental por primera vez en su historia.

La derrota en el último partido del grupo ante los locales fue casi testimonial. A pesar de realizar una gran labor con Mendoza como gran figura, el 89-75 en contra poco afectó a Estudiantes. Todos los cañones apuntaron desde entonces a la gran serie decisiva en diciembre, donde esperaban los mismos rivales de la apertura.

EL FINAL ES EN DONDE PARTÍ

Guaros de Lara, el verdugo de Estudiantes en el debut, volvía a toparse con el equipo de Victoriano en la serie final, aunque con un agregado extra. Como los venezolanos eran los vigentes campeones de la Liga de las Américas (el torneo FIBA de mayor envergadura del continente), independientemente del resultado de esa llave definitoria, el equipo concordiense ya tenía asegurado su lugar en ese certamen. Pero esa, es una historia que merece ser contada en una nota diferente.

Guaros, que había logrado más puntos en las dos fases previas, obtuvo la ventaja de la localía y así fue que en la apertura de la final del 6 de diciembre en el Domo Bolivariano de Barquisimeto, los locales se impusieron por 77 a 74 en un juego en el que Estudiantes pudo forzar el alargue con un triple fallado en la hora por Mendoza. Al día siguiente se jugó el segundo punto, que volvieron a ganar los venezolanos, en esta oportunidad por 88-83 con un inspirado Diego García, escolta argentino del vencedor.

Con la serie 0-2 abajo, Estudiantes recibió el día 13 en El Gigante Verde el tercer partido, obligado a ganar. Con una cancha desbordada de gente, el Verde pudo descontar al imponerse a puro corazón y coraje por 74 a 68, con destacadas actuaciones de Mendoza, Mateo Bolívar y Sebastián Orresta y forzaron un cuarto juego, programado para el día siguiente.

La ilusión concordiense se reflejaba en el brillo de los ojos de cada uno de los asistentes que volvieron a abarrotar el estadio de calle San Luis y Santa María de Oro esa noche. Obligados a ganar para ir a Venezuela a buscar el título, Estudiantes se vio en la misma situación que cuatro años atrás en el TNA, cuando comenzó la final por el ascenso y terminó dándola vuelta al ganarla por 3 a 2.

Con muchísimo amor propio los locales salieron a jugar con el alma y el desarrollo fue parejo, aunque terminó por imponerse la categoría del conjunto venezolano. No alcanzó el orgullo de Doblas ni los aportes de Smith ni Bolívar. Guaros lo ganó por su jerarquía grupal e individual con excelentes actuaciones de Guillent (MVP del torneo), Bethelmy, Echenique, Vargas y Touré.

A pesar del dolor por la derrota, el público de Concordia reconoció al vencedor con un respetuoso aplauso y la herida que generó esa caída cicatrizó al instante para dar valor al subcampeonato obtenido y romper con ese viejo y absurdo axioma de que los de los segundos nadie se acuerda.

No han pasado ni siquiera cuatro años, aunque parezcan muchos más. La situación económica obligó a la dirigencia a vender la plaza en la Liga Nacional para no rifar la vida misma del club. Hoy se encuentra peleando en la segunda categoría del básquet nacional. En burbujas sanitarias y alejados de su gente por el flagelo de la pandemia, Estudiantes busca reverdecer sus cercanos lauros y volver a revivir sus mejores épocas. Ésas, en las que todos en Concordia “fuimos felices y no nos dimos cuenta.”