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Con más de 25 años en el país, la producción de arándano en Argentina cuenta entre sus filas con las más destacadas profesionales y trabajadoras del agro. Son más de 2700 hectáreas productivas repartidas en el NOA, NEA y Buenos Aires. En todo el territorio nacional, oficinas y campos ven a mujeres trabajadoras moverse entre plantaciones, empaques y curvas de estadísticas.

Desde sus orígenes, el arándano ha ido evolucionando incorporando en su agenda las temáticas más sensibles de cara a las demandas sociales que fueron surgiendo a lo largo de estos más de veinte años. Parte de esta impronta sectorial está dada por sus características de fruta de exportación –el 80% se produce para enviar a mercados internacionales- y por haber nacido bajo el estricto cumplimiento de estándares globales, mirando siempre los Objetivos de Desarrollo Sustentable apuntados por la ONU.

En ese sentido, desde el Comité Argentino de Arándanos (ABC) y sus regionales APAMA, APTRATUC y CAPAB ratifican esa línea de trabajo y aseguran que ya se ve traducida en una industria con sólido anclaje en temas sociales y que tiene en toda la cadena de valor a mujeres que ocupan puestos gerenciales más allá de la mano de obra femenina en la cosecha, que era una de las características de los comienzos de este cultivo.
Mujeres en el arándano
Una pionera que marcó presencia en el sector es la productora Graciela Taylor, quien fue la primera mujer presidenta de la Asociación de Productores de Arándanos de la Mesopotamia Argentina (APAMA) en el 2008 y quien actualmente continúa produciendo en la zona de Concordia, Entre Ríos.
El legado de Graciela como símbolo de mujer rural puede verse hoy en las historias de tantas otras que forman parte de la fuerza de trabajo del sector, en diferentes roles, más allá de la cosecha.
Cecilia, gerente de exportaciones
“Empecé a trabajar desde muy joven, eran otros tiempos donde la mujer ocupaba un lugar secundario, sin voz ni voto generalmente. Tuve la inconsciencia y quizás la suerte de esa inconsciencia, de haber aportado siempre -y sin pedir permiso porque no lo daban- mi visión sobre los temas, generando muchas veces situaciones difíciles de superar, pero me mantuve firme porque estaba convencida de que tenía miradas diferentes que aportar”.
Hoy, con 48 años, y desde Tigre, Buenos Aires, Cecilia Domínguez es Despachante de Aduana y gerente de Exportaciones de una de las empresas más grandes del país.

“Hoy no tengo limitaciones para las propuestas y la creatividad. Trabajo en una empresa liderada con consciencia en la igualdad de género”, afirma.

Aunque los tiempos cambiaron, Cecilia reconoce que cuando comenzó a trabajar, lo más duro fue combinar las tareas de madre con las de profesional. “Mis hijos eran chiquitos aún, y equilibrar los tiempos y la energía es una ardua tarea que toda mujer conoce pero hoy ellos ven a una madre que busca la plenitud en su profesión y en su vida personal. Me gusta que tengan esos ejemplos. Para la nena, que no deje de luchar por sus sueños y para el varón que pueda naturalizar la igualdad de derechos y libertades”, asegura.
Johana, encargada de campo
Para Johana Zermathen, encargada de campo en un establecimiento de Concordia, Entre Ríos, el camino fue gradual. “Ya llevo 6 años trabajando en el arándano, en la temporada de cosecha y poda. Llegué porque un vecino me avisó que estaban necesitando gente, así que presenté el currículum para cosechar. El año pasado me ofrecieron el puesto de encargada y hoy me ocupo de tomar asistencia al personal, control de peso de la fruta y cargar todos los datos al sistema. Fue una gran oportunidad, de mucha responsabilidad, ya que tengo terminada solo la secundaria”.

Al igual que Cecilia, para Johana el desafío está todavía en conjugar las tareas reproductivas con las laborales. “Es complicado con el más pequeño por el tema de horarios. Y a las tareas de la casa aprovecho cada tiempito que hay para realizarlas”, cuenta.
Daniela, responsable de RRHH
Daniela Spinelli es una joven profesional responsable de Recursos Humanos en una de las mayores exportadoras de arándanos. Aunque no tiene hijos, reconoce que igual la actividad es altamente demandante en temporada de cosecha. “Se dividen los tiempos y tratamos de pasar el mayor tiempo fuera de temporada con la familia, porque cuando arranca la cosecha tenemos que estar full time”.

Cuando Daniela llegó al sector, hace 4 años, recuerda que la adaptación no fue fácil. “Éramos solo 2 mujeres entre aproximadamente 30 hombres. Hacerte un lugar, hacerte valer, fue todo un desafío: romper con prejuicios, con encasillamientos de pensamientos, o con ciertos estándares de que algunas tareas son desarrolladas mejor por hombres que por mujeres, pero luego con el tiempo todo eso fue quedando atrás”, asegura.
Lía, administradora del campo
Lía Bravo es la única mujer administradora de una Unidad Productiva en Tatacuá, Corrientes, y su desembarco en el sector fue de casualidad. “Hacía un año y medio que me había mudado de Buenos Aires a Corrientes y necesitaba desesperadamente trabajar y me anoté para cosechar. Soy docente, pero también tengo muchos años de trabajo en la Administración Pública Nacional. Así empecé y hoy estoy como administradora del campo”.

Aunque se trate de un cultivo “joven” en América Latina, que nació en la Argentina poco antes de las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género, al igual que en todo el mundo las mujeres del arándano todavía tienen los mismos desafíos que en cualquier otro sector. -