Que Rogelio Frigerio y Enrique Cresto encabecen las dos listas principales de Juntos y del Frente de Todos anticipa en dos años la confrontación por la Gobernación que se dará en 2023.
Ninguno de los dos reniega de estas aspiraciones.
Para el primero, estos comicios eran un peldaño necesario: nunca había pasado un test electoral en Entre Ríos. Para el segundo, un escollo en primera instancia y una oportunidad en una relectura. Ambos emergerán de distinta manera de esta lucha.
Una, dos, muchas internas
El ex ministro del Interior hubiera preferido que todos los sectores de la alianza opositora hubiesen confluido en la lista oficial. Pero finalmente el grupo de los intendentes que encabezan Pedro Galimberti y Darío Schneider también estará en el cuarto oscuro de septiembre.
Esto le recorta dos meses la campaña. En lugar de centrar la campaña desde julio a noviembre en contra del oficialismo, tendrá que ir etapa por etapa. En la primera, hasta las primarias, consolidar un triunfo contundente. Y evitar que Galimberti alcance el 25% de los votos que lo colaría en la boleta. Según la última encuesta, si bien Frigerio tiene el 34% de intención de voto, el 8% del intendente de Chajarí lo deja en las proyecciones de la interna de Juntos cerca del piso.
He aquí la disputa de estos próximos 60 días. Juan Carlos Pugliese, ex presidente de la Cámara de Diputados durante el alfonsinato, decía con claridad que para los radicales el gobierno “es un hecho molesto entre dos internas”. Galimberti no disputa nada con Frigerio. Su pelea es contra otro boina blanca, Atilio Benedetti, a quien removería del tercer lugar en la lista si llega al número mágico. Esto lo posicionaría como la referencia radical para el armado de 2023. Sería quien se siente con el nieto del fundador del desarrollismo para el armado provincial.
Por si fuera poco, a última hora se conoció que Lucía Varisco, la hija del recientemente fallecido Sergio Varisco, encabezará una propuesta por fuera de la estructura de Juntos. El nutrido varisquismo podría elegir esta alternativa para vengar lo que consideran una traición a quien fuera el último caudillo radical: una condena en la Justicia Federal por narcotráfico y el hostigamiento de la Justicia provincial en varias causas.
Todos unidos
Cresto tiene un escenario más favorable. Comenzó su segundo mandato al frente del Municipio de Concordia congraciado con la Casa Rosada. Fue por haberle ofrendado un triunfo claro en las nacionales de 2019. Esto se dio en medio de una nueva derrota estrepitosa del peronismo entrerriano, que le dejó una boleta a pagar a Gustavo Bordet ante Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Saltó al Enohsa y allí consiguió aire para el Gobernador y las intendencias: arrimó obras que de otro modo no habrían aparecido. La falta de fondos producto del parate de la economía que provocó la pandemia hicieron que lo que pudiera conseguir Cresto, poco o mucho, se celebre como un campeonato. Basta recorrer las noticias oficiales para corroborar que las obras que se ejecutan o licitan o son del Enohsa o Cresto aparece en la foto porque se obtuvo por su gestión.
El nieto de Enrique Tomás tendrá enfrente a un conocido sparring del oficialismo justicialista: Gerardo González, un accidente que no moverá el amperímetro.
Pese a que en la estrategia para llegar al sillón de Urquiza no figuraba una vuelta por el Congreso de la Nación, aceptó. Le gusta correr, pero es maratonista no velocista. Sabe que el primero en salir no siempre es el primero en cruzar la meta. Y que esta es una disputa de largo aliento y que la victoria se construye cumpliendo etapas, no saltándolas.
Entonces se vistió con el traje de amianto para enfrentar la elección más compleja para el peronismo desde 2009. Esto le permitirá incrementar su capital político a los ojos de los Fernández y tomar distancia de los otros aspirantes a ser inquilinos de la Casa Gris.
Haciendo números
Parece que la victoria por amplio margen en estas elecciones es algo que Frigerio solo tiene que hacer sellar. Y esto puede jugarle en contra en su intención de ser gobernador. Si lo logra, era previsible. Pero una victoria estrecha o una derrota le abre las puertas a Benedetti, que no renuncia a sus aspiraciones y piensa que la tercera puede ser la vencida.
Para Cresto, en cambio, al final de cuentas todo podría ser ganancia.
Perder por diferencia amplia frente a un dirigente con plafón nacional ya está amortizado: es lo que se espera hoy por hoy.
Una caída por poco sería una continuación de lo que viene pasando desde el balotaje de 2015 y pagará costos.
Pero una derrota por estrecho margen o incluso una victoria que hoy no se vislumbra con claridad, cambiaría todo.
De darse este último escenario, Cresto tendrá el camino pavimentado para 2023. Y pasará a ser la principal referencia del peronismo entrerriano. Se sabe el magnetismo irresistible que genera el éxito en la dirigencia del movimiento que fundaron Juan y Eva Perón. Bordet, sin reelección y un segundo mandato a los tumbos, profundizará más el mutis por el foro que viene ejecutando desde hace dos años.
Fragmentos
Una encuesta reciente en Paraná mostró que el electorado está dividido en tercios: una tercera parte votará candidaturas favorables al Gobierno, otra en contra y la restante no sabe qué hará en el cuarto oscuro. La mitad de este segmento indeciso, que inclinará el fiel de la balanza, elegirá qué boleta poner en el sobre cuando cierre la puerta y quede en soledad en el aula de una escuela.
Pero a pesar de que será una elección nacionalizada, no se observan proyectos políticos firmes detrás de las opciones electorales.
Cambiemos pasó a ser Juntos por el Cambio para soslayar la mala gestión 2015/2019. Y ahora es Juntos para enterrar definitivamente a Mauricio Macri. Horacio Rodríguez Larreta asoma como la renovación en 2023. Para eso el PRO se reagrupó en la ciudadela de ciudad de Buenos Aires. Y el radicalismo hizo lo único que puede: siguió la corriente esperando agrandar la porción de torta en esta vuelta.
Así, cada “Juntos” lo es por su territorio. No por el cambio como en 2019. Ni tampoco el esfuerzo electoral será por una alianza nacional detrás de la idea de “cambiar” como en 2015.
No es muy diferente lo que ocurre enfrente.
El último proyecto nacional justicialista que comenzó en 2003 y se extendió hasta 2015 ha mutado en un mero armado bonaerense. CFK se ha corrido de la escena y reducido su figura a la mínima expresión. Sólo retoma toda su dimisión cuando, cada tanto, reaparece. Pero no hay indicio de que sus proyecciones vayan más allá del territorio que gobierna Axel Kicillof.
Hace siete años que no visita Entre Ríos. La Cumbre del Mercosur a fines de 2014 fue la última oportunidad. Ni siquiera presentó su libro “Sinceramente” en la provincia. Tampoco se supo si la invitaron. O si hubiese sido bien recibida.
Columna publicada en el sitio Valor Local