Allí en ese frente estuvo Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, ese hombre que, de intelectual a general, de hombre de letras a político fue determinante en la construcción de nuestra identidad, libertad y, sobre todo, valores que hoy deben ser guía de nuestras acciones.
Como nos dejó en algunas de sus palabras "Lo que creyere justo lo he de hacer, sin consideraciones ni respetos a nadie"
Su vida tuvo tan rica en protagonismos, estuvo atravesada por roles de distinto calibre, en Buenos Aires como hombre de letras, actor central en la Revolución de 1810 como hombre de acción, su determinación como líder militar, nos hacen entender lo inmenso de una figura que no puede ser soslayada, sino enaltecida día a día.
Su paso por nuestra Provincia dejó huellas que podemos rastrear hasta el día de hoy; como cuando se dirigía al Paraguay, desde Curuzú Cuatiá, organizó Mandisoví (ya fundada) y la dotó de mayor jurisdicción, dictando un reglamente de avanzada sobre los pueblos originarios sobre quienes tuvo siempre una alta estima. Recordemos que Mandisoví es la primera fundación de Federación, la segunda sobre el río Urquiza y la 3ra sobre el lago.
En su retorno del Paraguay fue destinado a la campaña de la Banda Oriental por la Primera Junta. Pasó por Madisoví, y cruzó por la zona de Concepción del Uruguay por el Paso de Perucho Berna a apoyar a los patriotas orientales. Sus subalternos José Rondeau y José Artigas. Luego abandona ese ejército y es conducido al juicio del que sale ileso por su desempeño en el Paraguay.
Recordemos en Entre Ríos además del apoyo recibido en la Baxada (hoy Paraná), es donde hará flamear la Bandera Nacional
Recordar a Belgrano es rememorar su lucha, su entrega total al ideal patriótico y a la independencia como derecho inalienable de los Hombres; pero su obra y su camino nos deja también no poco dolor al mirar su final plagado de dolores y penas, tan rico en experiencias y tan pobre en recursos, que son también muestra de ese enorme compromiso que hoy encontramos sintetizada en cada bandera que flamea en nuestros cielos.
Su intención siempre fue una sola, la libertad y ser, como dijera alguna vez un buen hijo de la Patria.
Odas al General Belgrano, hombre de mayo, signo de independencia, de compromiso. Le saludamos a su memoria General, diciéndole que su legado es inmenso y sin lugar a dudas es usted un buen hijo de su patria.
Queremos, humildemente, esta pequeña columna recoger pasajes y palabras que han sido dedicadas a aquel ilustre hombre, que respiró hasta en sus últimos minutos rectitud y honradez.
Belgrano en enero de 1820, siente la ingratitud, el olvido y también el agravamiento de sus enfermedades y decide volver de Tucumán a Buenos Aires. Puede emprender esa penosa marcha gracias a un préstamo de 2.500 pesos de su amigo Celedonio Balbín. El estado le negaba pagar ña deuda de sueldos atrasados de más de $ 15.000, y $ 40.000 de su premio por la victoria en Tucumán. A principios de febrero marcha con su médico doctor Joseph Redhead (residente en Salta y provisto por Miguel de Güemes) sus fieles ayudantes sargentos mayores Jerónimo Helguera y Emilio Salvigny.
Además del penoso estado de salud, soportó ser apresado por el Capitán Abraham González quien intentó pretendió ponerles grilletes a sus hinchadas piernas. Debe dejar el caballo del que lo bajan en cada posta y lo colocaban en una cama, por una carreta. Un cordobés, Carlos del Signo, le presta dinero para poder proseguir su marcha fatigosa.
Llega a Buenos Aires, unos días en la quinta de San Isidro para recuperar su aliento y luego a su casona en la calle Pirán (hoy Belgrano) a metros de la iglesia y convento de Santo Domingo. Queda bajo el control del médico John Sullivan.
Solo le llega una exigua suma de dinero de la gran deuda del gobierno y vive el apoyo de los pocos amigos que acompañan en su dolorosa agonía
A las 7 de la mañana del 20 de junio muere en la casa donde nación, posteriormente demolida con el ensanche de la calle en el año 1930, el ilustre general Manuel Belgrano El Dr. Manuel de Castro lo escuchó decir: «Pensaba en la eternidad adónde voy y en la tierra querida que dejo, espero que los buenos ciudadanos trabajarán para remediar sus desgracias.».
Un solo periódico dio la noticia, cinco días más tarde. Al año, el 29 de julio de 1821 «estando ya todo pacífico...el ayuntamiento rindió los honores correspondientes a tan ilustre ciudadano». Por su pobreza y miseria en la que murió él mármol de una cómoda fue la losa de su tumba. Dicen que sus últimas palabras fueron “Ay, Patria mía”
Nos deja hasta en su muerte una profunda convicción patriótica y valores que necesitamos más que nunca.