Hoy no podemos dejar de sentir un enorme orgullo por el hecho de haberle propuesto a nuestra Presidenta la devolución de aquel mobiliario que perteneció al Héroe Nacional Paraguayo, Mariscal Francisco Solano López, y que fuera incautado por el gobierno de Bartolomé Mitre durante la Guerra de la Triple Alianza, en la que la Argentina, junto a Uruguay y el Imperio del Brasil destruyeron al Paraguay.
Cuando nos enteramos de la existencia de estas piezas en nuestro Museo Histórico Martiniano Leguizamón en Paraná se lo comunicamos a la Presidenta, una apasionada conocedora de nuestra historia, quien inmediatamente nos dio instrucciones para efectuar la devolución.
Y cuando viajamos juntos en 2013 a la asunción del Presidente paraguayo Horacio Cartes, Cristina le anunció la decisión y le hicimos entrega del decreto en el que se disponía esta reparación por parte del pueblo y el gobierno argentinos.
Esta acción no fue un hecho aislado. Para nada. Se dio en el marco de una política exterior de integración latinoamericana, donde la Patria Grande no era entelequia, sino una realidad efectiva que tanto Néstor como Cristina ayudaron a construir junto a los líderes populares de los países hermanos.
Tampoco fue un hecho aislado la reivindicación del Mariscal por parte de nuestro gobierno nacional. Ya en el año 2007, a poco de asumir Cristina, el Ministerio de Defensa conducido por Nilda Garré, le impuso el nombre de Mariscal Francisco Solano López al Grupo de Artillería Blindada 2, de Rosario del Tala. También se incluyó al Mariscal en la Galería de los Patriotas Latinoamericanos, inaugurada el 25 de mayo de 2010 en el marco de los multitudinarios Festejos del Bicentenario.
Pero además hay un antecedente: nada más y nada menos que de Juan Domingo Perón. El fundador de nuestro movimiento fue un gran impulsor de la integración latinoamericana. Y fue justamente él quien primero devolvió trofeos de guerra al pueblo y al gobierno paraguayo el 15 de agosto de 1954.
En aquella oportunidad y en medio de la algarabía de la multitud agradecida por el gesto de Perón, el General dijo: "Vengo como un hombre que viene a rendir homenaje al Paraguay en el nombre de su sagrado Mariscal Francisco Solano López y hago llegar el abrazo del pueblo argentino a esta Patria tan respetable y tan querida. En nombre de esa amistad y de esa devolución del pueblo argentino, pongo en manos del mandatario de este pueblo, como las reliquias, el testimonio de nuestra hermandad inquebrantable".
Por decreto, se le impuso al general Perón el grado de general de división honoris causa del ejército del Paraguay. Ese reconocimiento le salvaría la vida apenas unos meses después.
En septiembre de 1955, luego de la Revolución Fusiladora que derrocó al gobierno constitucional, Perón se refugió en la famosa cañonera paraguaya que se encontraba en el puerto de Buenos Aires y que lo llevaría al país del Mariscal como primera escala de su largo exilio de 18 años.
El país hermano del Paraguay también daría cobijo a otro grande de nuestra historia, y también en septiembre, pero 135 años antes, en 1820: al oriental José Gervasio Artigas. Allí el Protector de los Puebles Libres viviría su exilio definitivo, hasta su muerte en 1850.
Como no sentir orgullo entonces por aquella reparación histórica al pueblo paraguayo, al que tanto le debemos.
Por eso, en los tiempos que corren, donde quizá la vorágine del día a día nos impide reflexionar sobre nuestro pasado, es necesario mirar hacia atrás pero nunca con nostalgia, sino simplemente para saber de dónde venimos, que es la condición indispensable para actuar en el presente sin traicionar nuestra historia y nuestro legado y así construir el futuro que soñamos.